13.10.08

LA INSOLITA POESIA DEL HORROR

Portada del ejemplar realizada sobre una foto en acrílico sobre papel de Diana Dowek, que data de 1977, y el diseño de Miguel de Lorenzi.
En la contratapa Luisa Valenzuela proclama, de arranque, que "este libro arrasa con la barrera de las imposibilidades." A decir verdad, estos TXTs, como los de las solapas, adolescen de no ser muy creíbles ni prestigiosos. Normalmente son amistosos y laudatorios. Pero ocurre que si a lo largo de las 150 páginas de Procedimiento - Memoria de La Perla y La Ribera, el volumen muy difícil de encuadrar de Susana Romano Sued, psicoanalista y catedrática de la Universidad Nacional de Córdoba (El Emporio Ediciones, agosto 2007), no ocurre exactamente lo anunciado, el suceso no lo hace por lo transitado que puede ser el hecho de escribir un libro y editarlo. De movida, la inquietante tapa del dueto Dowek-De Lorenzi no vuelve a las expresión artes gráficas un lugar común. Es un hecho estético que se acopla, a veces el troquelado de manera hasta molesta, a lo que contiene.
La misma Valenzuela, a punto seguido, se encarga de exhumar a Teodoro W. Adorno y recordar que "no se puede escribir poesía después de Auschwitz." En algún momento, Jean-Paul Sartre sentenció que la estética siempre se aparea a lo revolucionario y que ningún reaccionario, mucho menos si es nazi, puede incurrir en la belleza. Hizo una sola excepción para confirmar la regla: Ezra Pound. Los dos centros de detención que menciona el subtítulo, que la autora fue obligada a conocer y padecer, porfían en erigirse en cualquier cosa, menos en apacibles y románticas musas. La abundante literatura en todos los formatos que promovió la Guerra Sucia trataron de afilar el lápiz hacia la exactitud del testimonio o apelar a los sentimientos o a lo que el imaginario colectivo pretende implantar como un ideal más o menos de lo humanitario, no de lo humano, que no son sinónimos aunque suenen parecidos.
Y no se puede negar que el de Procedimiento es un terreno más que resbaloso. La menor vacilación conduce al abismo como lo más cercano. Por otro lado, apelar a lo más socorrido, como es la necesaria catarsis de quien ha sufrido todos los paroxismos del horror, curiosamente empaña los logros de lo literario.
El singular ángulo de abordaje conseguido por la autora cordobesa es lo que la ha eximido para poder sortear un terreno minado, lleno de miguelitos, espinos y algunas otras piedras para tropezar hasta bordear lo deportivo de dar el hocico contra el suelo. El costo no es una pichincha. Y si se debe celebrar el talento y el ingenio para superar todas estas barreras, no se puede menos que por lo menos dejar constancia del precio de lo sufrido para lograrlo.
Procedimiento, en suma, es un libro de un tratamiento incierto, ondulante, ocioso discurrir si prosa o poesía, despreciando los géneros como hacía Borges para rescatar a la literatura a secas, que hay que ver cuánto y desde dónde se puede se puede allí celebrar. Por lo pronto, si hay algo seguro es que el lector no lo sobrevive del mismo modo que lo abordó, mucho menos ileso desde lo cognitivo y se es mínimamente fiel al autor de Los caminos de la libertad para quien lo estético necesariamente debe comprender al fenómeno del conocimiento. [AR]

12.1.08