En medio de todo tipo de espasmos, confusiones, atoche del tránsito, lanzamiento de candidatos para cualquier cosa, elecciones de todo tipo, como para no votar hasta el siglo XXII y la Tía Cris meneándose en pantalla no menos de dos veces por día, regocijándose del veranito de San Juan económico y cómo le crecen las encuestas de popularidad, la ministra Nilda Garré se despachó sin previo aviso quitándole los adicionales a la Federal y como si fuera poco, cuando todavía no se habían acabado los gimoteos del macrismo y los 33 hospitales capitalinos entraban en huelga, la coronó poniendo por primera vez a la luz del sol, desde tan altos estamentos oficiales, el asunto que genealmente se llama de cajas, como son la cotización de las diferentes comisarías, dadas las disímiles recaudaciones extras que vienen extorsiones varias, etc., lo vulgarmente conocido y comúnmente dicho en voz media baja. Curiosamente en el índice de rubros sacados a la luz nadie, de ningún pelaje, sacó a la luz el juego clandestino y los abortos. Con una ética que lo dice todo, como réplica casi a coro, desde la desperdigada oposición le recordaron hasta el pseudónimo que usaba en su época de guerrillera, pero sobre todo, con gran habilidad digna de mejores fines, le dieron vuelta la media y le recordaron que aclarara a quién realmente había denunciado, desde el momento que hace siete años que la Policía Federal está bajo la férula kirchnerista, muy particularmente del doctor Aníbal Fernández. Ahí un recule discreto, el primero en aclarar que esta última que está en acción no tenía nada que ver, que eso era antes, y después hasta La Nación se hizo eco de la Radio Pasillo de la Rosada en cuanto al presunto desagrado de la Tía Cris por la que no había sido más que una inoportuna salida de madre de otro díscolo. Como habitantes de dos países extranjeros entre sí y para sí, se machaca hasta el cansancio a quién le corresponde la seguridad en la vieja Santa María del Buen Ayre, si a la nación o a la ciudad, otra vez que le traspasen la Federal a Macri, que el viejo municipio tiene policía propia (aunque no sirva ni para tocar pito, a decir verdad), dejando como resabio un espectáculo tan triste como degradante. El matrimonio mal avenido se tironea, se reprocha, pide la devolución de los regalos de cuando eran novios y recurren a los leguleyo cuando todavía andan por ahí, envejeciéndose, unas órdenes judiciales en torno al desalojo de ocupaciones a las que nadie le da bola.
Los políticos parecen haber instalado su propia república y con el peronismo mientras queden limosnas para repartir no hay mayores preocupaciones. El problema es que a todo esto el tiempo no deja de pasar, las bonanzas se acaban y tras que éramos pocos, Hebe de Bonafini se despachó otra vez para el bronce como nunca: "Nuestros hijos viven en Amado Budou y Felisa Micelli", dijo en referencia al actual ministro de Economía, ex afiliado a la Ucedé y rescatado de las garras del neoliberalismo por ese varón cabal como es Luis Barrionuevo, que lo ganó para la causa nacional y popular, mientras que la otra supo estar en el mismo lugar hasta que de casualidad le encontraron una bolsa con un fangote de guita en su baño privado y un juicio oral la está esperando.
Acerca de colgarle el rótulo de sainete no hay mayores dudas. Lo peor de todo es que encima es malo.