26.5.05

EL PASADO ARGENTINO EN UN DISCO RIGIDO

NUESTRA HISTORIA SIGUE ESTANDO SOLA Y ESPERA

Para octubre del ’92, con un Puerto Madero hormigueante de gente sobre todo para ver la réplica exacta de las carabelas, las tiradas de bronca de las colonias indígenas sobrevivientes, de los proindigenistas y los negocios de los que siempre aprovechan cuanta volada hay, pasó desapercibido un puestito casi miserable, con una computadora y una sigla desconocida. Era el del CEMLA. Los padres scalabrinianos hicieron debutar la primer gran parte de la base de datos de nuestro pasado. No les dieron ni la hora. En esta nota, aparecida en el Suplemento de Informática de La Prensa, cuatro años después, se rescata ese trabajo esencial de esta singular congregación religiosa. La institución siempre fue y sigue siendo el lugar a donde recurren necesariamente investigadores e historiadores. No está prohibido que vaya el común de las gentes. Es más: casi sería una obligación ir y tratar de averiguar cómo llegaron nuestros antepasados.



En Independencia 20, literalmente a la sombra del edificio de la CGT, funciona los martes y jueves de 10 a 16 el CEMLA (Centro de Estudios Migratorios Latino Americanos), cuya base de datos ha informatizado toda la documentación sobre los inmigrantes que ingresaron por el puerto de Buenos Aires entre 1882 y abril de 1925, en una primera etapa y en la actualidad ya está prácticamente completada con los últimos contingentes de los '50, consecuencia de la diáspora por la segunda gran guerra. En total, alrededor de cinco millones transcriptos registros (fichas electrónicas) que rescataron nombres, apellidos, edad, nacionalidad de origen, grado de instrucción, oficio, religión y el barco, cuyo capitán era el encargado de llenar los respectivos formularios.

En 1994 la base completa ocupa casi 2 gigabytes (2 mil millones de caracteres, como estas letras, si se quiere hablar en términos preinformáticos). En otros términos, el esqueleto, el listado de la mayoría de los que constituyeron la Argentina de la ‚poca donde el lema gobernar es poblar, cabía adentro de una cartera de mujer y pesa menos de medio kilo.

Pero la historia real de lo que debe ser sino el hecho m s importante de la incipiente cultura informática, por lo menos s¡ uno de los m s trascendentes, tiene otras ramificaciones. El viejo edificio de Independencia 20 hace pensar que se está cerca de la ribera del Támesis no sólo por la inconfundible línea arquitectónica: en el frontis reza The Victoria Sailors Home 1837- 1887. Sendas placas de bronce recuerdan la visita, en 1925, del rey George y de doctor Marcelo T. de Alvear. Todavía a mediados de los '90, de tanto en tanto, era posible encontrar que seguía funcionando como hogar para marineros refugiando a alguno que llegó en un carguero del Paraguay o del Alto Paraná.

El CEMLA y la base de datos es obra de la acción social de los Misioneros de San Carlos Borroneo, el patrono de los inmigrantes, una pequeña congregación fundada a fines de 1887 por el sacerdote Juan Bautista Scalabrini en Piacenza, Italia. Un poco más de un siglo después, a fines de 1993, el Papa lo ordenó beato. De ahí que a los integrantes de la pequeña congregación, dedicados desde un principio a la asistencia cristiana de la oleada de italianos que se fueron para Estados Unidos, luego a los estudios del fenómeno en todo el mundo y luego a rescatar cualquier documentación para mantener el entretejido social de la memoria, se los conozca como padres scalabrinianos.

No es para nosotros el único dato relevante. Juan Bautista tuvo un hermano, Pedro, historiador, quien justamente integró la diáspora del paese de donde es el tronco familiar y echó aquí raíces. Uno de sus hijos llegaría a ocupar por méritos propios un lugar destacado y particular en la historia nuestra cultura moderna: es el autor de El hombre que est solo y espera, Raúl Scalabrini Ortiz.

La idea de pasar a sostén magnético los inmensos libracos que con letra caligráfica registraban día a día el desembarco de miles y miles de hombres y mujeres provenientes de los más diversos países fue del padre Mario Santili, un argentino nacido en una familia modesta afincada en Munro hace 39 años y ordenado sacerdote en 1985. Los festejos de América 92 pusieron el marco propicio para conseguir un total de 420 mil dólares de fundaciones y corporaciones diversas. Durante cuatro meses un centenar y medio de data enter en doble turno ingresó lo que se había salvado de la humedad, las ratas, el mal trato y otras desconsideraciones que los argentinos tenemos para con los testimonios que sobreviven de nuestro pasado.

El sacerdote Mario Santili confirmó que el hábito no hace al monje. No sólo viste totalmente de paisano, sino que los que se dejan guiar por las apariencias, la barba y el largo del pelo pueden hacer pensar más en un integrante de cualquier banda rockera que un cura católico. Una estatura regular y un tórax de levantador de pesas terminan de disimular el estereotipo de un sociólogo egresado de la Universidad Gregoriana de Roma y director de la revista/libro que periódicamente edita el CEMLA. [AR]

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA

-Ahora hemos recibido una ayuda por tres años de la Fundación Roca -informó el joven sacerdote/científico social en 1994-. Ya nos hemos puesto a cargar mayo de 1926. El objetivo que tenemos es llegar hasta 1955, que es cuando podemos decir que arriban los últimos contingentes migratorios. En cifras, faltan agregar unos dos millones más.

El subsidio recibido va a alcanzar para completar m s o menos un tercio del trabajo que queda con las cuatro personas que permiten contratar esos fondos. Sobre todo porque a la información anterior le han agregado nuevos rubros como la cantidad de idiomas que dominaba el recién llegado, el lugar exacto de origen, si se quedó en el Hotel de los Inmigrantes, el estado de salud y si tenia algún defecto físico, como si era la primera vez que venia o ya había estado antes.


LOS FIERROS ES LO DE MENOS

Los que se atrevan a sospechar que la infraestructura tecnológica del CEMLA, en lo que hace a hardware y software, es para el babeo de los muchos cholulos en la materia van a sufrir una gravísima frustración. Justamente una de los virtudes formidables de la informática es que no necesita estar al día con ningún catálogo con las últimas novedades para llevar a cabo obras importantes. Con talento, ganas de trabajar y vocación de servicio para los demás alcanza.

La base de datos sobre el aluvión migratorio de fines del siglo pasado y -hasta 1994- el primer cuarto de siglo es importante no sólo por lo valioso de los datos en sí y el esfuerzo, sino por las líneas de fuga que puede tirar el reprocesamiento de toda esa información en posibles investigaciones sociales y culturales. Para dar un ejemplo a mano, cotidiano, no es ningún misterio encontrar el por qué de nuestra adicción a las medias lunas, vigilantes y sacramentos: se puede averiguar con día y hora la cantidad de panaderos franceses que llegaron al país. Y otro tanto, ya que estamos en el ramo, de dónde sale el bendito pan francés.

Otros datos tirados apenas al pasar por el padre Mario Santili, chequeando los que se podrían llamar datos gruesos de la base permite enfilar para saber a ciencia cierta de dónde vinieron los cantares. Sobre un total de casi 5 millones de extranjeros que formaron el basamento étnico y cultural de lo que se conoció como Argentina y que en esplendor, por aquel entonces, llegó a ocupar el 8° lugar en el concierto de naciones del mundo, 2,3 millones fueron italianos y tan sólo 1,7 de la llamada Madre Patria. Después las nacionalidades empiezan a constreñirse notoriamente porque apenas sobrepasaron los 180 mil los que llegaron de Francia, poco más de 150 mil rusos, menos de 95 mil alemanes, cerca de 90 mil turcos (de Turquía, no el genérico por los de origen árabe), unos 86 mil del cambiante imperio austro-húngaro y faltaron apenas unos pocos para completar 25 mil polacos.

Estas cifras son hasta el otoño de 1925. Como se señala en otra parte, falta completar el total de la afluencia extranjera con los dos millones que arribaron en las tres décadas posteriores.


«LAS FECHAS SON PARA EL OLVIDO, PERO FIJAN A LOS HOMBRES EN EL TIEMPO» (J.L. BORGES)
Los que quieran saber qué día, a qué hora y en qué barco llegaron la nona, el nono, los bisabuelos o los tatarabuelos, tienen que llegarse hasta el edificio de Independencia 20, los martes y jueves de 10 a 16. Ahí se llena un formulario con la mayor cantidad de datos de filiación posible. El rastreo tiene un costo bajo por persona buscada y hay que agregarle un plus si quieren llevarse un certificado impreso, con el logo del CEMLA, el nombre del antepasado y todo lo encontrado en una hoja tamaño carta.

Los interesados en cualquier otro tipo de información sobre el tema migraciones pueden llamar al en los días y horarios ya indicados.

NO HAY NOSTALGIA COMO LA ITALIANA

El sello itálico de la obra de los sacerdotes scalabrinianos excede la nacionalidad de su fundador, hoy beato. La tarea de rescate de los datos y las raíces de lo que dejaron el terruño natal para buscar otras tierras comenzó primero con los de ese origen. A tal punto que el mayor punto de congregación de la orden y el más poderoso centro de estudios se encuentra a East Island, Estados Unidos.

El lugar donde echaron anclas entre nosotros tampoco deja lugar a dudas. Atrás del Hospital Argerich, mucho antes de que construyeran la urbanización de Catalinas Sur, se alzó la Iglesia de Nuestra Señora de los Migrantes, con el culto a San Carlos Borromeo y una feligresía que desde el primer día y hasta la actualidad está formada, mayoritariamente, por los descendientes de los primeros italianos que llegaron y los últimos de esa nacionalidad que aún están vivos y han decidido quedarse hasta el final. [AR]

BILL MIO, ¿DIOS CORRERA LINUX?




EN EL NOMBRE DE BILL, PADRE E HIJO, DELE Enter Y AMEN



En las vísperas del lanzamiento de Windows ’95 con una campaña publicitaria mundial que anduvo en el orden de los mil millones de dólares, la aparición de la WWW y casualmente la aparición del nuevo gran microprocesador de Intel, la vieja y querida IBM, el odiado Big Blue, la Blanca Nieves que encabezaba sin dudar los Siete Enanitos de las principales multinacionales de la microelectrónica de entonces, era un convidado de piedra y decidió tomar protagonismo. Ni lerda ni perezosa, con todavía muchos amigos, se le ocurrió descubrir que la calculadora del Windows andaba mal en las restas, que el dichoso microprocesador tenía un bug (error) que le hacía cometer una pendejésima de error allá por más o menos el dígito 10.438 a la derecha del 0, pero fue el escándalo total porque la ligereza típica del periodismo poco menos que aseguró que Windows no sabía ni sumar 2 + 2 y que el microprocesador de Intel que ni siquiera había salido ya era una pieza de museo. Histeria colectiva a pasto. Pero que a los puestos en la mira les costó sus disgustos, chistes de todo tipo y unos cuantos milloncitos. Entre nosotros, siempre a la vanguardia de todo, el ingenio popular encontró la inmediata respuesta en forma de clásico cuentito de boca en boca, con perdón de la expresión, Dios & Microsoft nos aparten los malos pensamientos.

Los AMI (Argentinos Medio Informatizados) no son sólo laicos. Un cura posmoderno on the pampas se había computari­zado para eva­luar los pecados en las confesiones que escuchaba.

No había ni terminado de darle Power que viene una chi­ca y larga el rollo:

‑Padre, he pecado: besé a mi novio y él me tocó los senos.

El fraile ingresó los datos a la computadora:

‑Chupón más toqueteo tetas, Enter -relató lo que iba haciendo y salía en panta­lla de la notebook para usos celestiales-. Resultado: un Padre Nuestro y dos Ave Marías, hija.

Al día siguiente vuelve la misma chica:

‑Padre, he pecado aún más: repetimos lo de ayer, pero también nos besamos los genitales.

‑Chupón más toqueteo tetas más mamada pene y cachu, Enter. Resultado: cin­co Padres Nuestros y seis Ave Marías, hija.

Al tercer día vuelve a aparecer la misma chica:

‑Padre, pequé igual que ayer, pero ahora mi novio me la metió un po­quito.

Los chips no tiene moral ni rectitud; apenas si exactitud:

‑Chupón más toqueteo tetas más mamada pene y cachu más metida puntita -tecleó el religioso-, Enter -pero no salía nada en pantalla, como si el sistema se hubiera clavado.

El cura dio ESC, repitió la operación y lo mismo. Al final, resignado a las muchas limitaciones de la tecnología de punta y apelando a lo más sagrado del AMI, como es siempre sobreadaptar al usuario a cuanto sistema suelto ande por ahí, porque éstos son sagrados por encima de todas las cosas, le recomienda a la feli­gre­sa a través del mosquitero de madera que tienen a ambos lados los confesio­narios:

‑Hija, decile a tu novio que te la meta hasta el mango porque el sistema que tengo corre bajo Windows y no me acepta fracciones o decimales porque a Bill Gates la calculadora le salió para el carajo.

VENTANEANDO ALGUNAS FOBIAS DEL PINGUINO



Este espacio no está auspiciado por Linux

WINFOBIAS

  • Windows no es malo; le falta prensa.
  • El problema de Windows es que dan a la entrada de servicio.
  • Windows es a la informática lo que los teleteatros a la televisión.
  • El primer regalo de William Henry Gates II° al flamante bebé William Henry III°, (a) Bill, fue un teclado de registradora.
  • Bill no quiere dominar el mundo; le alcanza con que usen Windows.
  • La mayor aplicación de Windows es la optimización contable. Los libros de Mi­crosoft constituyen una prueba irrefutable.
  • Con Windows, salvo el usuario, todos resultan beneficiados.
  • Con Windows no puede competir nadie. Le ganan todos.
  • Windows es un vuelo Nueva York-Los Angeles con escala técnica en las Azores.
  • Es al ñudo. Windows nació con postigos.
  • Windows es una causa perdida.
  • En la historia de la computación hay un antes y un después de Windows. (¡¡¡Maa­amaaá!!!)
  • Siga la corriente; corra Windows.
  • ¿Cómo para qué Windows? ¡Está a la vista!
  • Si Windows no existiera, Bill Gates se hubiera incorporado a Greenpeace.
  • Windows '9X y ss. son un viaje de ida.
  • Ni lo piense: use Windows.
  • Sólo usted puede encontrar los beneficios que le brinda Windows.
  • Instale Windows en su disco rígido y ya está.
  • Hasta ahora, Windows es lo único contra lo que John McAfee y después Peter Norton, Panda y otros nunca pudieron ni podrán.
  • Salga de Windows y bájese.
  • ¡Súmese a los muchos G[rupos]I[ntereses]S[imilares] de Windows que hay por el mundo! Los pollitos mo­jados también lo hacen y Alcohólicos Anónimos suele dar resultados.
  • Nadie tiene por qué ir al psicoanalista si usa Windows.
  • Windows no es incurable.
  • Reviéntele el hígado a su enemigo: envíele Windows registrado de regalo.
  • Windows nació beta.
  • ¿Qué necesidad hay de hacer algo que sirva? (William Henry Gates III°, (a) Bill)
  • La gran diferencia de Windows con todos los otros es que siempre necesi­ta un clic más.
  • Algunos hombres son inmortales; los demás corren Windows.
  • Es muy sospechoso que las organizaciones ecologistas todavía no se hayan dado cuenta.
  • Sonríe: Windows te ama.
  • Todo iba como la gente y apareció Windows.
  • El que corre Windows último, ríe mejor.
  • Con Windows cualquier intento se vuelve inútil, así que apague el aire acondi­cionado.
  • La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre Windows está en la documentación que al respecto entrega Microsoft.
  • Lo que se aprecia a través de Windows no es smog.
  • Nadie podrá decir que Windows no lo tenía programado.
  • ¡Viva la computadora aunque yo perezca! (El Tío Sol)

ANARQUISTAS ERAN LOS DE ANTES

MORIR SOLO Y EN PAZ

A propósito de la inminencia de otro aniversario del comienzo de la Guerra Civil Española, un inmigrante de entonces, que llegó exiliado, recordaba de un camarada anarco que había sido combatiente y que ya al borde de la vejez lo atacó duramente un cáncer. El pronóstico era cada días más sombrío y como se acercaban los últimos momentos, allá fue la legión republicana, comunistas, socialistas, troztkistas, todos, olvidando las diferencias, a saludarlo, darle una voz de aliento, quizá verlo vivo por última vez.

Era un hospital público, claro, y cuando no llevaban mucho el demacrado y consumido enfermo, reaccionando de pronto con la vieja estirpe, les espetó:

-Vamos, vamos. Idos de una vez, coño. Lo único que faltan que no me dejen morir solo y en paz.

La retirada volvió a hacer más dolorosa que aquella otra, la verdadera, cuando hubo que rendirse y huir, pero la siguen recordando con cada brindis. ¡Mierda! Era anarquista y gallego en serio, ¿no?

¿POR QUE EL MIXING ENTRE HOMEBREW Y COMPUTADORAS?

ENTRE LO ARTESANAL & LA HI TECH

Para algunos Homebrew Computer Club tiene su mejor traducción en Club de Computadoras Domésticas o, en el mejor de los casos, Club de Computadoras Familiares.

Todo el problema gira en torno a homebrew, nombre que a los irlandeses se les ocurrió ponerle a una cerveza casera, muy tosca, pero con ese saborcito que se logra con lo hecho a mano por una tradición que se trasmite de generación en generación en forma indocumentada. La homebrew llegó a los EE.UU. en las manos de más de una de las familias de ese origen que formaron uno de los grandes contingentes emigrantes. Ahora bien; ponerle este término a algo asociado a la computación, esto es, a la tecnología de punta, aparece por lo menos como un contrasentido o una humorada. Sin embargo, al repasarse y recordar que eran destripadores, especie de cartoneros Báez de la tecnología, y con una pinza, alambre y un garage tenían el sueño (cumplido) de fabricar una computadora personal, los cortocircuitos empiezan a formar sincronizadas luces de colores. Por otro lado, para otros, la traducción cultural, la trasnsculturalización de homebrew, en un país como el nuestro, donde no se practica demasiado el culto de las cerveza artesanales, podría aludir a lo fatto in casa o, todavía con más justeza, a los tallarines de la vieja, aquello que nunca se va a poder lograr en serie y que fue lo que hicieron los muchachos del HCC hace tres décadas.

Club de Computadoras Los Tallarines de la Vieja sonaría mejor. ¿O no?. [AR]

[N. de la R.] Salvo algunas correcciones para su actualización, este agregado, que fue como recuadro, y la otra nota, que fue como cuerpo general del informe, fueron publicados en el Suplemento de Informática del matutino La Prensa en marzo de 1995, con motivo del vigésimo aniversario del acontecimiento.

UN CLUB DE COMPUTADORAS MUY FAMILIAR


HOMEBREW COMPUTER CLUB

Hace treinta años, en un garage de San Francisco, una treintena de muchachones, atraídos por una sugestiva convocatoria, empeza a cambiar la historia cultural.

Entretelones de lo que fue el Homebrew Computer Club, el grupo al que originalmente perteneció Steve Wozniack y muchos otros pioneros. Por lo menos allí se gestaron una docena de multinacionales.



Se cumplieron veinte años desde que en un garage de San Francisco una treintena de muchachones llamados despectivamente destripadores (rippers) por el stablishment mantuviera la primera reunión de lo que dio en llamar se el Homebrew Computer Club (HCC), grupo que se convertiría en la vanguardia decisiva para que la computadora personal fuera lo que es hoy.

Si nombrecito ya se las trae, como se puede ver en detalle en la nota aparte respectiva, al pasar lista a aquel primer grupo de pioneros, entre los que estaban Steve Wozniak y Bob Marsh, no resulta para nada aventurado señalar que aquella lluviosa noche del martes 5 de marzo de 1975 tuvieron su origen, entre otras multinacionales, Apple, Proc Technology y ComputerLand.
Para la tercera reunión, unas semanas después, la sede inicial empezó a quedar chica. Se tuvieron que muda a la Mansión Coleman, un tradicional edificio victoriano que servía como escuela. Tampoco tardó demasiado en ser rebalsado. De ahí se fueron al auditorio del Standord Linear Accelerator Center, que terminaría siendo su sede tradicional. En mayo de 1975 congregaban a casi ochocientos adherentes y para mantener algún orden se distribuían y sentaban según subgrupos, entre los que ya se destacaba el de Wozniack y sus muchachos de la Apple.

La decisión trascedental de aquella primera reunión fue concluir con entusiasmo y paroxismo que la Altair 8800 que habían pergeñado la asociación de Leslie Solomon, El Tío Sol, editor de Popular Electronics, y Ed Roberts, dueño de un tallercito de calculadoras llamado MITS, era exactamente el futuro que ellos andaban buscando.

Cómo fueron a parar allí aquellos trentidós primeros miembros que darían vuelta como un guante la cultura moderna y darían inicio al posindustrialismo no tiene desperdicios. Fred Moore, entre otras debilidades, mantenía contactos con algunas publicaciones del underground tecnológico y era poseedor de un listado de fanáticos de toda calaña a los que convocó, ya bajo el nombre de HCC, que no se sabe a quién se le ocurrió, bajo las siguientes consignas:

¿Está usted construyendo su propia computadora, una terminal o una máquina de escribir con televisión? ¿Un dispositivo de entrada/salida o alguna otra caja negra digital?
¿Está usted arrendando servicios en alguna máquina de tiempo compartido?
Si es así, podría gustarle venir a una reunión de personas con intereses parecidos, cambiar información e intercambiar ideas, hablar de negocios de suministros, ayudar en trabajo de un proyecto, cualquiera que sea.

Eso fue todo. Moore dejaría en una frase cuál era el monto del capital sobre el que giraban: "«Rascábamos el fondo de los bolsillos para comprarnos una Altair», dijo, en relación a los 496 dólares que costaba la inversión.

En la primera reunión, Steve Dompier, que tendría a su cargo extraerle los primeros compases de Yesterday, de John Lennon, a la Altair, como demos tración palmaria de que el catafalco servía para algo, informó del cruce del mapa de los EE.UU. para llegarse hasta Alburquerque y constatar in situ donde la fabricaban. La impresión que le dejó el boliche, una ex sanguchería al lado de una lavadero de ropa a domicilio, no fue de lo mejor, pero ya llevaban vendidas casi dos mil y esperaban vender no menos de un millar más en marzo.

La batuta de las reuniones cada vez más multitudinarias no tardó en ser llevada por Lee Felseenstein, llamado El Ingeniero de la Contracultura, un rebelde impenitente que acunaba el sueño de terminar con el liderazgo de la IBM e instaurar en su lugar «el sacerdocio de las computadoras». Una frase suya lo pinta de cuerpo entero: «Un año era toda una vida en aquella época», supo recordar.

En apenas tres años desarrollaron la industria de las computadoras personales, diseñaron disqueteras, monitores, disquetes, inventaron la hoja electrónica de cálculo, los BBS, el procesador de texto, pero por sobre todo el software, un pivote cultural que no tardó en convertirse en el ombligo de la nueva era. Una industria sin humo y casi no ocupa casi espacio, la que para colmo no tardaría ser declarada por gobierno de valor estratégico, a la altura de una ojiva nuclear.

En un principio no pertenecían a los productos de fabricación seriada. «Uno trataba fundamentalmente con empresarios: egos, sólo un montos de egos», diagnosticó Ed Faber. Alguien que estaba con un pie al costado, observado todo y mirando el momento oportuno
para subirse a la marcha triunfal, también aportó lo suyo al diagnóstico general de lo que fueron los orígenes: «Cualquiera que gaste su vida en una computadora es bastante anormal», se le escuchó confesar al entonces muy joven flacuchento, carita llena de gratos y mucha caspa, llamado Bill Gates, quien ya se aprestaba a negociar talentos ajenos y encaramarse por lo menos, si no entre los genios que cambiarían la cultura de la modernidad, en el primer puesto de la revista Forbes con 45 mil millones de dólares de fortuna personal. [AR]

[N. de la R.] Salvo algunas correcciones para su actualización, esta nota fue publicada en marzo de 1995 en el Suplemento de Informática del matutino La Prensa.

22.5.05

RAYUELA, UN hiperTXT ADELANTADO 25 AÑOS


LITERATURA E INFORMATICA

«Cuántas veces me pregunto si esto no es
más que escritura, en un tiempo en que corremos
al engaño entre ecuaciones infalibles y
máquinas de conformismos.
Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro
lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar
por su alegre cibernética,
¿no será otra vez literatura?»
(JULIO CORTAZAR, en la primera página de Rayuela,
que en realidad está numerada como 438)




Con Rayuela, sin el inestimable auxilio de una computadora y el software correspondiente, mucho más cerca de la artesanía y la orfe­brería que de la tecnología, Julio Cortázar se adelantó un cuarto de siglo al hiperTXT, una inquietante alternativa a mano que este úl­timo tiempo ha comenzado a divulgar la informática. En junio de 1963, cuando apareció la primera edición de una novela que literaria­mente clausuraba unos tiempos para abrir otros, el tablero de dirección que tenía como porta­dilla hizo creer que contra todas las sanas y ordina­rias costumbres se trataba de algo que comenzaba en el capítulo 73, seguía en el 1, luego en el 2, y cuando se creía recupe­rado por fin el orden tranqui­lizante había que irse hasta el 116, continuar en el 3 y pasar al 84. Aparte de los inconvenientes en el manipuleo de un volumen de más de 600 páginas, no pocos lo tomaron como un ardid in­genioso, una supues­ta antiarbitrariedad que fijaba una nueva arbi­tra­riedad. En el fondo, mera pirotecnia de la imaginería o una trave­sura más para quien desde lo ficticio se negaba a enveje­cer: «Cuántas pa­labras, cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto», llegará a decir por ahí, socarronamente, el bueno de Horacio Oliveira.
«A su manera este libro es muchos libros», rompía el fuego Cor­tázar en el tablero direccionador, aparentemente muy lejos de la cibernética y tribulaciones semejantes. «Bah, literatura», hubiese podido acotar él mismo, en voz baja. Con un signifi­cado más allá de la topo­grafía del volumen editado, se trataba de una novela de 635 pági­nas que amagaba terminar en la 410 para volver a la 575 y retornar a la 409, ad infinitum, después de haber formalmente (¿for­malmente?) co­menzado en la 438. Entre otras ruptu­ras, el vulgar indicador que sue­le per­mi­tir a sim­ple vista marcar cuánto se ha­ leído y cuánto queda de un li­bro, había que­dado totalmente sin sentido. Solamente se tenía una noción envolvente de estar adentro, de haber quedado atrapado ahí para siempe.
El hiperTXT en­cubierto, van­guardis­ta, que­daba denun­ciado en forma tá­cita si los que querían leer Rayue­la «en forma co­rriente», como la llamaba el mismo autor, esto es, en una secuencia numérica ordinaria, escolar, pero la no­vela que co­menzaba plácidamente en el capí­tulo 1 ter­minaba en la página 437. ¿Qué hacer con el resto de los cua­dernillos irremisible­mente metidos adentro de las tapas? ¿Qué era eso? ¿Cuál era su el nexo vinculante, el encadenamiento, además de la constatable encua­derna­ción?
Aunque parezca pedestre, sigue siendo válido preguntarse por qué el creador de cronopios y famas no la estructuró secuencialmente como es debido. La sospecha de estarse frente a quien hace exhibicio­nismo malabarista con sus destrezas no es tan fácil de disipar. La existen­cia fí­si­ca de una primera Rayuela (ca­pítulos 1 al 72) sigue consa­grando, mante­niendo la exis­ten­cia de una legalidad en la narración que obligaba a mantener a los di­ferentes ele­mentos sobre el núcleo cen­tral, con re­lativas interde­pen­dencias o cola­teralidades. La se­gunda Rayuela (capítulos 73 al 155) podía resul­tar aleatoria para quienes se man­tuvieran en los viejos cánones que siguen rezando que todo aquello que lleve a explo­rar caminos latera­les resulta atentato­rio a la ten­sión que debe mante­ner la estructura principal. El equí­voco, si se lo piensa en otros términos, partía de la inevitable o­bligación tecnológica de su­perponer los planos de las páginas/capítu­los, cuando en realidad lo que allí había era una superposición de flujos infor­mativos.
Informática mediante, hoy se puede sospechar que en buena medida semejante ortodoxia era una tiranía del monopolio que ejercía el so­porte gráfico de un texto. La supuesta ingeniosidad de Cortázar ahora resulta como el único camino posible para sortear los impedimentos reales que le imponían las limitaciones de la tecnología. Algunas licen­cias tipográficas recién empe­zaron a ser concebibles por los '70, cuan­do la fotocomposición y el imperio del offset vol­tearon ba­rreras que se creían infranqueables o poco menos que tabú. Hace poco, Augusto Roa Bastos se quejaba de la amenaza que penden sobre las ta­chaduras y correcciones a mano, como las notas al margen, un mundo encriptado, lleno de represiones y cla­ves. Pero desde la tecnología de punta, el hi­perTXT sale al cruce de esas parcelaciones y ordena­mientos escala­fonados a través del tiempo para ofrecer la posibilidad de que un tema central, sus derivaciones, llamadas al pie, anotaciones de cual­quier tipo, relatos paralelos y/o agregados sobre un con­cepto pasen a formar parte de un mismo texto. De esta forma, salvadas físi­camente las distancias en el espacio a través de una casi simul­tanei­dad en el tiempo gracias a una computadora que hace de sostén, todos esos textos disímiles pasan a consti­t­uirse en un HIPER (pre­po­sición inse­parable que se­gún la Real Academia sig­ni­fica supe­rio­ri­dad o exce­so) TEXTO. La intertextualidad, otro concepto anterior y cola­teral, aban­dona también para siempre el limbo de las abstracciones. Los abor­dajes inter­disiciplinarios, con sus complejas redes de rela­cio­nes, cuenta ahora con una herramienta inmejorable para salvar los corsets de la linealidad y unidireccionalidad y poder graficar con TXTs lo que se han dado en llamar bucles de retroalimentación en la causalidad de los fenómenos.
El origen de esta alternativa ahora concreta y tecnificada data de 1945, cuando Vanevar Bush, consejero científico de Franklin D. Roosevelt, concibió una máquina que quedó en los diseños y cuya gra­cia hubiera con­sis­tido en almacenar registros con información de tal manera que estu­vie­ran disponibles casi instantáneamente, para lo cual hubiera bastado con pulsar el botón correcto. El engendro fue bauti­zado Memex. Con Rayuela pergeñada, escrita y editada en el ínterin, van a pasar vei­nte años hasta que se vuelva a hablar del tema. Esta vez sí ya se le lla­mó hiperTXT y el que lo hizo en 1965 fue Ted Nelson, hijo de la actriz Ce­leste Holm, uno de los pioneros de la democrati­za­ción infor­mática que estallará en 1974 con el diseño de la primera computadora personal, autor de un clásico en esta materia titulado Computer Lib. Amén de la nueva palabreja acuñada, allí tam­bién se hacía la siguiente proclama: «Usted puede y debe com­prender a las computado­ras ahora». Cortázar, en todo caso, desde la literatura, ya lo había narrado.
Sin embargo, todavía debieron transcurrir otras dos décadas más para que el hiperTXT comenzara a concretarse en programas capaces de ser corridos y funcionales. Con esa innegable capa­cidad para tri­vializar lo ma­ravi­lloso que tiene la informática, en el fondo se tra­ta de sim­ples, co­munes y corrientes procesadores de texto que median­te el en­cripta­mie­nto de una palabra, varias o un pá­rrafo entero den­tro de signos con­vencio­na­les, como pueden ser los cor­chetes angu­lares, permiten la aper­tu­ra y el acceso a archivos si­mul­táneos de in­formación, bási­camente de tres ti­pos: expansi­vos del TXT mismo, al cual se agregan, re­ferenciales porque abren nuevas alternativas o re­miten a otras partes, ya sea anteriores o posteriores del mismo tex­to, y anotaciones dentro de una venta­na que se abre en la panta­lla. Las extensiones no tienen límites.
Se trata, en suma, de lo que se ha dado en llamar sistemas inte­ractivos. La interactividad, en 1963, cuando apareció Rayuela, era lo que se veía obligado a hacer el lector, a dedo, leyendo el numerito que esta­ba al final del capítulo y ho­jeando para adelante o para a­trás, y así poder continuar con una se­cuencia que aparentemente dife­ría sólo en el mero or­denamiento numérico, cuando en realidad el tie­mpo ha demostrado que se trataba de una premonitoria automatiza­ción manual que planteaba una nueva vía de acceso a la información desde la imaginación literaria. En una Rayuela informatizada como hiperTXT, en cambio, al lle­gar a algunos de los signos que indican la pre­sencia potencial, agazapada, de TXTs que expanden el original como si fue­ra un fuelle, la salida hacia temas laterales o los saltos a referen­cias o a meras acotacio­nes, bastaría con accionar un solo co­mando para tra­erlas a la panta­lla. Desaparecido el superficial «caos numérico», la estructura sería i­déntica a la que observa el or­dena­miento básico de los datos en una computa­dora: un árbol o delta que tiene un tronco común del que se van des­prendiendo, como bifurca­cio­nes, direc­torios que contienen a la vez archivos con información y subdirecto­rios que a su vez contie­nen otros archivos con información y otros subdirectorios, etc.
Umberto Eco ha resaltado la base material de este nuevo instru­mento informático al a­puntar que hiper­TXT es lo que permite contar en pantalla con blo­ques de información que están esparcidos en dife­rentes partes del disquete, disco rígido o cualquier otro soporte magnético que use el ordenador. Desde otro abordaje, como necesaria­mente es la escritura, al permitir diferentes niveles, tam­bién se puede decir que se está frente a la posibilidad de elaborar un texto tridi­mensional que no sólo permitirá tantas lectu­ras como lectores dis­puestos o no a acceder a las diferentes tipos de alternativas y cami­nos laterales. También que desde ahí, para el autor, sólo la ca­paci­dad opera­tiva de memoria y de almacenaje del equipo se plan­tean de manera hi­potética como el úni­co limite a un texto que -ahora sí- amenaza de manera menos ficticia con el infini­to o por lo menos con emulaciones más próximas. ¿Qué otra cosa anunciaba pre­cursoramente Cortá­zar sino con la eter­nidad del círculo dantesco al comenzar una novela en la pági­na 438 y termi­narla en un peloteo sinfín, con lo que en compu­tación se llama un bucle, o loop, en inglés, entre la 575 y la 409-10? [AR]

[N. del A.] Este informe no fue publicado por un mensuario cultural, en 1992, por considerarlo demasiado extenso y la total, absoluta falta de interés de la gente común, aunque culta, por algo tan abstruso, minoritario y para borregos onanistas, pálidos, comedores de papas fritas, hamburguesas y alimentados a gaseosas vía parental. Al año siguiente, sin publicarlo, por supuesto, el autor fue invitado a una mesa redonda con un distinguido panel, en la Feria del Libro, organizada sobre los susodichos acerca de la relación de la literatura y la microelectrónica y el porvenir de los e-books. Ya la cosa venía más fashion y ahora andan por los cafés con notebooks X-things de 10 mil pesos, pantalla pixelada e Internet punto a punto, wireless.

GROUSSAC & BORGES, DOS VARVAROS



AUTOMATIZANDO LA REALIDAD NACIONAL POSMODERNISTA
DEL PRIMER MUNDO

( O DE COMO ENTENDER LA ECUACION Biblioteca Nacional + Informática = el 30%)

Hay gente que cree que la vida es la posteridad. Desde el caso inverso, en cambio, no se conoce ningún adicto. Sin embargo, la introducción es válida para entender, ya ingresados al Primer Mundo y en pleno posmodernismo, por qué la ecuación Biblioteca Nacional + Informática da como resultado un 30%, algo que formulado así hasta suena a disparate, dada la cantidad de gente vulgares e ignorantes que todavía quedan.
Ocurrió que nuestro amigo (iniciales BH, a los efectos de esta ficción) entró a la vieja Biblioteca Nacional de la calle México, vio el busto de Paul Groussac que engalanaba esa especie de paraninfo cubierto y lúgubre que tiene a la entrada y pensó que uno suyo, esto es, un busto de nuestro amigo, pongamos BH para identificarlo, porque no quiso o no pudo dar el nombre real, ahí, al lado, no quedaría mal. De ese modo la Patria y las generaciones posteriores se lo agradecerían. Tampoco, como se verá, se trataba de una aspiración estrambótica ni nada que se le parezca.
BH habla cuatro idiomas y se formó en la parte norte del mundo, que es donde habita la primera clase. Tiene varios masters y pendorchos académicos de orígenes diversos y prestigiosos, que aquí no importan un pomo porque un día pasó frente a una computadora y virtualmente se quedó a vivir adentro. Aventura va, aventura que viene, desarrolló un programa para hacer bases de datos en TXT libre que es un chiche, a tal punto que los diez primeros años de La Ley y la jurisprudencia argentina tienen ese sostén electrónico. Después se lo afanaron los seguidores de Windows.
Vive de eso. Relativo éxito y reconocimiento lo llevaron a alternar con ciertos personajes y advenido que fue el último gobierno peronista no escaseó el buey corneta que le dijo: «Che, y si con eso que hiciste vos, ¿por qué no informatizás la Biblioteca Nacional que hay que andar buscando los libros con los garfios?»
Ahí fue que ocurrió el episodio recién relatado, como fue encontrarse frente a frente con Groussac, y si el viejo pelado, sin dejar reconocer que había hecho lo suyo, fue acreedor a un busto en épocas de las plumas de ganso, actualmente, en plena era tecnotrónica y vísperas de ingreso al Primer Mundo, ¿con qué menos le podían perpetrar a él?, fue que se le dio de pensar.
Nada de menega, de vil metal. Se ganaba la vida bien por otro lado y la burocracia estatal es un enredo. El pondría gratis su sistema, no cobraría derechos y que la biblioteca pusiera los galeotes a teclear los datos.
Listo. Para un busto de morondanga, basta y sobra. ¿O no?
El contact man de este caso, un pan de Dios, pionero en aplicación y divulgación de la Hi Tech a tanto la línea en sobres cerrados de las multinacionales del ramo, para decirlo así porque queda bien y no se entra en un cortocircuito, como no podía ser de otra forma, era un periodista. Un pebete de Dios como periodista, sí, pero periodista al fin. Y, aunque parezca mentira, afecto a la informática, lo cual ya lo convierte en una especie para ir a parar al Museo Ameghino: periodista, peronista y partidario de las computadoras. ¡Agarrenlón!
Hambriento de posteridad, nuestro embozado BH no perdió para nada su ortodoxa formación académica proveniente de la parte del mundo que está de arriba, si es que el mapa en el mundo yira en esa posición, y encaró con esas malas prácticas que trae el ser habituado al sentido común como es comenzar por el principio:
‑Che, ¿cuántos ejemplares realmente tiene esta biblioteca? ‑quiso saber, de sopetón, sin aviso previo, de manera aleve, como quien pregunta por la humedad ambiente.
Su interlocutor puso gesto contrito y, como buen periodista, no se trataba para nada de un genio en matemáticas. Al menos, para las matemáticas de apuro, como era este caso, pero tampoco es cuestión de quedarse callado, eso nunca, carajo. Su respuesta, en unos pocos segundos más, ingresaría de pleno en la antología que solamente años y años ejerciendo el sacerdocio pueden dar:
‑Mirá ‑carrespeó‑, dicen que dos millones y medio. Pero, ¿querés que te diga una cosa?
Dejó pasar la fracción infinitesimal para el suspenso y también para adelantarse y que el otro no le saliera con un domingo siete tipo cómo no, qué catzo me importa:
‑Yo no creo ‑agregó‑. Lo único que hago es repetirte lo que dicen.
Aunque cueste creer, en un país donde siempre se empieza por el final, tener un dato como ése era algo más que fundamental. Así fuera para lograr un busto como única remuneración.
‑Vos que estás acá, ¿a quién te creés que le puedo preguntar y que tenga el dato? ‑inquirió BH, nuestro héroe, siempre amistoso.
‑Hay una vieja, bueno, la bibliotecaria. Vení, que los presento.
No era vieja. Ya lo había sido. Y hacía bastante. BH se sentó con humildad a pesar de sus casi dos metros robustos, más para jugar en la NBA que para dedicarse a la computación, y repitió el interrogante que lo acuciaba:
‑¿Cuántos ejemplares hay, señora? ‑le espetó en la estúpida creencia de encontrarse en un país donde las cosas hay que preguntarlas a la gente que se cree que tiene que saber porque está en el asunto.
‑Señorita ‑le enmendaron la plana, de movida, una excelente parada en seco.
BH, allá arriba, enrojeció. Había olvidado la ley universal que indica del mismo que las monjas se desposan con el Señor bajo el amparo de la religión católica, las bibliotecarias lo hacen con el Supremo Anaquel en el altar de las bibliotecas con algún Tomo I eunuco.
‑Señorita ‑se retractó.
‑Unos cuantos millones ‑catarreó la antigüedad, ya pronto a entrar en la categoría fósil.
BH tiene como dos metros de sentido del humor y se le ocurrió que jamás hubiera pensado otro tanto en semejante cacatúa.
‑¿Qué método utilizan, si se puede saber, se‑ño‑ri‑ta?
‑Estimativo ‑dijo la vieja como si en realidad estuviera a cargo del Cuerpo I° de Infantería.
Del susto, a la salida, BH se olvidó de echarle otra mirada a Groussac y fantasear su ego con cómo iba a quedar su busto ahí al lado, seguramente algún de Borges, pobre, se lo tenía merecido, el día que abandonara para siempre este Valle de Lágrimas y Argentina le reconociera, sin más, sus méritos por haberle ayudado a sostener electrónicamente su ingreso al Primer Mundo. Cazó México, su ruta y hasta quiso arrancar el auto sin darle contacto. Si le hubieran ofrecido, como obra de bien, ahí nomás, informatizar la biblioteca del Moyano y el Borda, asistido sólo por pacientes, hubiese agarrado viaje sin pensarlo, también gratis y sin importarle un jorcara si el busto de al lado es el de Gregorio Marañón, algún Ramos Mejía u otra estación del mismo ramal o simplemente un monono chaleco de fuerza diseñado por Yves Saint Laurent.
Al tiempo de este primer incidente tuvo una nueva satisfacción. En La Nación, la seriedad periodística personificada, un coronel (RE, menos mal), integrante de la Asociación Amigos de la Biblioteca Nacional, le descerrajaba a las multitudes amantes de este tipo de notas tan entretenidas que la cantidad era de tres millones. Redonditos...
Bastante tiempo después, al frente de la institución el poeta y librero Héctor Yánover, dio un nuevo giro de tuerca, declarando que oficialmente se contaba con 650 mil ejemplares en total, lo cual puede que no fuera exacto, pero además totalmente diferente y como que empezaba a sonar más atinado, ¿no?
BH, de movida, siempre siguió dando su cifra, bastante menor, con un margen de error del 10%, y tiene sus fundados y matemáticos motivos.
En su momento, se decidió cortar por lo sano. Así como otros tienen la adicción de meterse el dedo en la nariz, BH tiene la suya, aberrante, en forma de suscriptor irredento a The Economist, el famoso semanario británico, donde alguna vez había creído leer un informe muy exhaustivo, muy british, donde ‑recordaba, le había quedado entre ceja y ceja‑ la National British Librarian, obviamente con residencia permanente en Londres, tenía tal cantidad de ejemplares que si se los apilaba uno junto al otro podía unirse Buenos Aires con Mar del Plata. Dato al pedo, que no significa más de lo que se dice, pero que justamente sirve como gancho nemotécnico. En otros términos, 420 kilómetros de libracos paraditos, uno al lado del otro.
Puesto a revisar como un energúmeno en el orden con que justamente un hombre de la informática se reserva tener para sí las cosas, y cuando faltaba poco para que se le saltaran los tapones del coco, a riguroso dedo y me acuerdo que era un ejemplar, me cache en dié, donde la guacha de la Tatcher estaba con una capelina violeta a punto de entrar al castillo de no sé cuánto, como si hubiese un castillo inglés, para un no británico, que sea diferente a otro, horas hojeando y puteando como un verdulero.
Pero lo encontró. La cantidad de años del imperio británico, sin computadoras, pero con bibliotecas en grandes cantidades, propias y encontradas en países conquistados, la rigurosa casuística los había llevado a concluir, con toda certeza, que en grandes volúmenes de bibliografía, caiga quien caiga y reviente quien reviente, que hay un average universal que dice que si no están impresos en sistema Braile, encuadernados en pasta, rústica, destapados, como sea, por metro cabe un promedio de 33 libros.
Punto. Se habían contado los libros de la biblioteca del mundo para llegar a semejante conclusión. Podía darse que fueran 35 o 32,5, pero no habían sacado el número del bingo. Ya era algo. Y más que bastante. Acompañado de dos empleados voluntarios que lo secundaban en el tema informática, se armaron de cinta métrica, cuaderno, birome y mentalizados contra el polvillo, entre la mirada impúdica y de acusar un salvaje atentado a lo sacrosanto del lugar, a cargo de los empleados que pasaban de venir de no hacer nada para ir hacia donde también iban a repetir la perfomance, pero sin exigirse tanto, hubo quien históricamente ha tomado medidas (en el sentido literal) a la vieja y querida Biblioteca Nacional.
Fue BH, nuestro héroe.
El resultado arrojó la módica suma de once (11) kilómetros y chirolas de estantes. S.E. u O.
‑Mierda, no se llega ni a Quilmes ‑calibró bibliográficamente, en inglés, BH.
Así nomás, sin excitarse mucho, eso daba, redondeando, un poco menos de 380 mil ejemplares. Faltaba una tarea más de corroboración de tipo topográfico, para decirlo de algún modo, y hacia allí se dirigieron Los Tres Mosqueteros con BH a la cabeza: ¡los ficheros!
‑Son dos ‑me contó en el café de Lavalle y Talcahuano‑. Tenés uno que lo podés llamar de autores, por supuesto en orden alfabético, y otro al que llamaremos temático, si vos querés, con el mismo orden, donde al pasar, sin ser muy exhaustivos, nos encontramos con un libro de geometría catalogado bajo el tema filosofía aunque te extrañes que también le puedan haber puesto ornitología.
‑Había sido libro de lectura de Sócrates y estaba en sus Obras Completas -quise ponerme infructuosamente a tono porque era la última animalada que andaba dando vueltas, junto con la novela de Borges y de que el verso caminante, no hay camino, se hace camino al andar, era de puño y letra de Don Ata.
‑No lo recuerdo, sinceramente, pero la ensalada era mucho mayor y en algunos casos, con sutilezas muy difíciles de recordar por la total falta de hilación, relación o lógica, si vos querés.
El Grupo Comando, formado por tropas de élite (2) de BH, atacó de manera sincronizada. Aplicó el criterio de las coordenadas X‑Y o, si se prefiere, que la superficie de un cuadrado es lado x lado o, tal vez más simple, que si al azar me tomo el trabajo de contar una por una las fichas de cada gaveta, con el riesgo de quedarme sin impresiones digitales, y hago un promedio, multiplicando la cantidad de gavetas que hay de alto por las que hay de ancho, me da el total de gavetas, guarismo que si lo multiplicamos, a su vez, por el promedio de fichas, el resultado que arroje puede ser algo parecido al total y no las paparruchadas que andaban diciendo por ahí.
‑¿Y? ‑me empezó a ganar la ansiedad‑. Terminá con tanto preámbulo.
‑Unos cuatrocientos veinte mil.

‑La diferencia no era tanta, después de todo.
‑Exacto. Y lo más curioso es que cuando fuimos al libraco ése donde se asientan los ingresos, que a propósito lo dejamos para lo último, por algo que te vas a dar cuenta enseguida, el rastreo hecho no fue en vano. En las bibliotecas grandes la numeración correlativa puede ser un engaño. No muy significativo, pero engaño al fin. Ocurre que si comienzo a comprar la Espasa Calpe o la Británica, no ingreso todos los ejemplares y después, a renglón seguido, pongo la historia de la laguna de Chascomús. En este tipo de obras se dejan quinientos, mil ejemplares en blanco, calculando los que van a venir después, actualizando, ¿no es cierto?, se supone que el inventario de una biblioteca de semejante envergadura se encara con cierta visión de futuro.
‑Se supone ‑lo glosé.
‑Exacto. Por eso lo dejamos para lo último. Así que inflado y todo como debe estar, sin embargo no llegaba al cuatrocientos mil, algo que ya habíamos notado al pasar en las fichas que revisamos a mano: ningún número está arriba del medio millón, alguno por ahí llegaba creo que al cuatrocientos ochenta mil.
‑Resumen.
‑Bueno: la Biblioteca Nacional debe andar entre los cuatrocientos veinte, cuatrocientos cincuenta mil ejemplares. Ponele, si querés, medio millón para exagerar.
‑Ahora, el resultado.
El sistema informático craneado por BH, si bien en el mundo hay muchos de TXT libre para bases de datos, es muy bueno. La arquitectura del soft es tal que recupera muy rápido, cruza de todas maneras, hace infografías, etc. Esto no es un chivo del programa. Lo que interesa es que si ahora uno va a la Biblioteca Nacional a buscar determinado material, o sabe el autor o sabe la temática. Tiene dos maneras de abordarlo. Ejemplo concreto de ficha bibliográfica tipo:

Urbanismo ‑ Geografía [NUMERO] [UBICACION]
PEREZ, JOSE
POR QUE DOBLAN LAS ESQUINAS A DETERMINADA ALTURA
Prólogo del emérito alcalde dn. Juan de la Sota y Bastos
Editorial La Baldosa
Madrid, 1935, 1476 pp., rústica.



Con el sistema craneado por BH, cargados todos los datos uno atrás de otro como cachetada de loco, luego, para recuperarlo, el usuario necesita saber menos información o, en todo caso, no importa que traiga ideas vagas. Si por esas cosas que tiene la memoria humana recordara apenas que era algo de esquinas y baldosas, con poner en la computadora, al lado de la flechita como se va a poner ahora:



>>esq* y baldos*



y se pulsa ENTER y más rápido que todos los bomberos juntos, entra a buscar todo lo que empiece con esq, desde esquina a esquinas, esquinazo, esquiavo, esquifuso, etc., siempre y cuando esté relacionado con baldos, que en este caso, poniendo mucho leudante, quién sabe si hay tres ejemplares que puedan tener una relación similar.
De todas maneras, el tiempo ahorrado y la posibilidad de hacer grandes rastreos de material es tan obvia que ni se va a comentar.
BH se abocó a la redacción de un minucioso, de esos con parágrafos indentados y nomenclatura decimal, tipo 1.2.4 y 3.5.1, para dar la idea que dentro de la cabeza se tiene similar rigor y orden, partiendo de la base de lo averiguado en su investigación de campo, por lo que colegía finalmente que cada ficha, electrónicamente hablando, de ahora en más llamadas registros, iba a tener promedio unos 300 bytes, lo que a todo reventar iba a dar menos de 180 Mb de información tipeada, sin contar lo que lleva la indexación, por lo que se podía andar en un gasto de mano de obra ‑los data enter, que les dicen, o dactilógrafos del posmodernismo‑ del orden de los veinte mil, treinta mil dólares a todo reventar.

Una bicoca. Un desayuno del Chango de Anillaco y quedaba informatizada una de las principales bibliotecas nacionales de Latinoamérica.
Todo fue encarpetado, troquelado y anillado.
‑Lo tiene que ver El Jefe‑. Un pan de Dios. ‑La semana que viene te llamo.
Puntualidad británica. Otra que el kilometraje de libros.
‑El Jefe lo estuvo viendo y analizando ‑comenzó la respuesta, medio vacilante‑. Desde ya te agradece el esfuerzo, todo lo que has hecho, porque si hay algo se nota es que has trabajado y te has tomado en serio una obra de semejante magnitud.
‑Pero, ¿y?
‑Treinta por ciento.
‑¿Treinta por ciento de qué? ‑se puso medio loco BH, sospechando que la posteridad se le estaba yendo a la mismísima‑. No pasé un mango de presupuesto. Decíme de qué.
‑No sé. El Jefe dice que el treinta por ciento y la changa es tuya.
Como es obvio concluir, a la mierda con la fantasía del busto, flanqueado por Groussac y Borges, la puta que lo parió.
Los varios millones de ejemplares de la Biblioteca Nacional siguen siendo menos de medio millón y pasó mucho tiempo, muchos 30% para que no hubiera que seguirlos buscando a dedo.
Pero, ¿por lo menos quedó en claro por qué Biblioteca Nacional + Informática = 30%? ¿No es una Varvaridad?
¡Qué Várvaro! [AR]

[N. del A.] A pesar de haber sido aprobado formalmente la idea, una vez con el original en la mano, tanto el director del quincenario HUMOR como el responsable de la sección se fueron al mazo con el argumento que si el informante, protagonista directo de la historia, no daba hasta el número de zapato que calzaba, nones. Se trataba de una publicación tan seria y con tanta trayectoria que no podía correr el riesgo de cubrir a alguien que podía perder algo más que el puesto. Sobre todo habida cuenta del Várvaro que ocupaba la Secretaría de Cultura de la Nación y con el chichoneaban en los boliches de Recoleta.

DE LOS AMIs SERA EL REINO DE LOS CIELOS


El del AMI (Argentino Medio Informatizado) es un mundo de imaginerías. Sin embargo, más que para ningún otro en el mundo, el dilema que se le plantea es de fierro: «Una utopía electrónica o una pesadilla totalitaria, según el punto de vista que uno adopte» (Dirk Hanson). Acá no hay Tercera Posición ni IVa Internacional que valga. No hace mucho un veterano que ha recorrido todas las redacciones (y las que vendrán) me llevó a un aparte como para pronunciar sus últimas palabras o sacar por fin afuera lo que había callado durante toda una vida:
-Decíme la verdad, pibe, vos que sabés de estas cosas: los que venden computadoras, ¿no saben un jorcara de nada o es impresión mía?
Viene siendo una de las m s duras batallas (en sordina) que se está librando en este momento. Una Gallup así, a ojo de buen cubero, arrojaría un 95% por el Y, sí, ¿vistes? y el resto No sabe/No contesta/Rajá/Hace cuernitos.
Pero sin dejarme tiempo a tratar de consolarlo con alguna de las fórmulas tan eficaces que son de dominio público, extrajo de entre sus ropas lo que generalmente es motivo de crónicas policiales (malas) y acá era sólo motivo de todas sus preocupaciones.
Las manipulaciones fueron con el mismo gesto conspirativo que si tratara de un paquete recién llegadito de Cali, 96% de nívea pureza:
-Acabo de cumplir sesenta años y mi mujer me regaló esto-. Se trataba de una agenda electrónica de bolsillo, digamos, es un decir, porque por el tamaño era con dependencias de servicio y cochera. -Resulta que este fin de semana me pongo a mirar el manual, que es más
o menos como un tomo de la Espasa Calpe, y me encuentro que si acá , donde dice Name...
-Campo alfanumérico -lo interrumpí para demostrarle que estaba frente a la persona indicada, y además porque siempre este tipo de jeringoza causa gran impacto porque deja toda la sensación de que quien la maneja como si chasqueara los dedos y tiene la posesión del summun de los conocimientos.
-Como vos quieras -concedió porque venía regalado, el hombre-. El caso es que si yo acaso, por dar un ejemplo, en cambio pusiera el nombre del autor o el nombre de la publicación, y en el que sigue, que dice Adress...
-Otro alfanumérico. Dirección de la casa: calle, número, hasta el colectivo si tiene lugar.
-... de acuerdo, está bien, yo pongo el título del libro, de la nota o lo que sea, en el siguiente, Number...
-Campo numérico. Ahí va el tubo.
-... sí, en inglés, es número, hasta ahí llego, pero ocurre que en vez del teléfono puedo meter la fecha en que apareció lo que me interesa. Pero fijate qué interesante: abajo tengo un espacio más grande, al que llaman Notes, se ve que para agregar boludeces...
-Otro alfanumérico.
-... y yo ahí podría poner una serie de datos ampliatorios sobre lo otro. ¿Estoy en lo correcto? ¿Qué te parece?
-Que no sé a dónde querés ir.
Le volvió una palidez cetrina al rostro.
-¿Cómo que no sé dónde quiero ir? Esto es justo lo que desde hace tres años ando buscando y nadie me supo explicar. Me cansé de entrar a cuanto boliche de computación encontré en Buenos Aires. Trataba que me entendieran lo que quería hacer y me miraban como si hablara algún dialecto coreano. La respuesta siempre fue las características de los equipos que tenían, y ahí era yo el que no entendía el laosiano de ellos. ¿Ahora cómo vengo ahora a encontrarlo así de simple, adentro de una agenda portátil de teléfonos, encima hecha por estos que tienen todos los ojos como puñalada en tarro, me querés decir?
-El Japón es un gran país. Solamente un gran país puede inventar el transistor y estar tras la miniaturización de todo. Debe ser para que puedan caber ellos...
-No me cargues porque estoy angustiado en serio-. Se enrojeció. -¿Cómo es posible que durante todo este tiempo nadie haya podido entender lo que yo necesitaba ni yo entendido un pito lo que me contestaban?
-Fuiste a decirles algo que ellos no van a poder entender nunca y te contestaban con una serie de datos y conocimientos que no sólo vos tampoco vas a entender jamás, sino que aparte son más inútiles que el agua de los fideos.
-Está bien. Ahora lo que yo quiero saber (y tampoco he encontrado respuesta) es si puedo tener esto, exactamente esto mismo que te estoy mostrando, pero en algo más grande. ¿Me seguís? Porque con la cantidad de material que tengo guardado, si intento meter todo acá adentro, con este tecladito que es apenas más grande que el de una minicalculadora, me van a quedar los dedos como morcillas y la vista, del Santa Lucía voy a salir directamente con el bastón blanco y el ovejero alemán que me lleva de tiro con el arnés. Quería que me ayudaras y ver si a esto, qué sé yo, no se le puede poner un teclado tipo los de la máquina de escribir, acondicionarlo un poco. ¿Alcanzás a hacerte una idea de lo que necesito?
-Sí, desde el principio: necesitás una base de datos.
El gesto se le iluminó con un rictus casi feroz o que a mí me pareció de ese calibre.
-¿Cómo puedo hacer para tener algo así? -babeó.
-En cualquiera de esos boliches te comprás un buen equipo. No tenés cómo equivocarte: son los más caros. Pero nada que te agreguen firulos de cualquier tipo y la parafernalia a medida para cholulos. Lo estrictamente necesario, nada más. Te traés el bártulo grande donde viene toda la brujería electrónica, la pantalla y el teclado. Punto. Si andás lujurioso, a lo sumo una impresora. Y acá , la más barata: no vas a participar en la Bienal de Industria Gráfica, así que te sirve cualquiera. Después te conseguimos algún programa de los más conocidos, que son todos parecidos y buenos. Es más: la UNESCO da en forma gratuita, y encima te asesora, el MicroIsis, que está considerada una de las mejores bases de datos del mundo, sobre todo para recuperar la información, aunque casi nadie les dé bola.
Me tomé un respiro. Estaba moralmente fatigado.
-Es todo -terminé.
Lejos de esperar un abrazo compensatorio por la asesoría gratuita, además de por lo menos el ademán ritual de amenazar con invitar a un café, ya bastante antes del fin la desolación lo ganó de tal manera que se fue sin despedirse y arrastrando los pies. Parecía ser de semejante envergadura la conciencia lacerante del tiempo perdido que hasta donde lo vi ni siquiera atinó a guardar la dichosa agenda electrónica de bolsillo.
Nada nuevo, en realidad, si lo mira bien. La situación del aspirante a usuario es a la intemperie. Y la conciencia de esto se toma recién cuando se accede al paso siguiente, que es el estadio conocido como el del AMI (Argentino Medio Informatizado) en estado casi químicamente puro. Pero aquí ya es demasiado tarde: porque igual que lo que viene en los paquetitos Made in Cali, también es un viaje de ida.
Con un agregado: el último servicio ya partió. [AR]

INEXORABLES LEYES NATURALES


Todo aquel que se compra una computadora se lo tiene merecido. Algo habrá hecho.

Amílcar Romero

Cómo dominar a su computadora
Colección La Mandíbula Mecánica
Editorial Planeta
Buenos Aires, 1994, pág. 7

20.5.05

FROM GALICIA WITH LOVE & CTI

Un galaico aborigen, de fábrica, ya entrado en años, en carnes tanto entrado como salido, robusta cuenta de banco y la boina, musculosa y calcetines tres cuartos, antes morir que hacer semejante streap tease, ingresó el Hotel Alojamiento acompañado de una tierna veinteañera, tirando a escultural y con cara de sí fácil, y antes que nada procedió a dejar el minino celular sobre la mesita de luz.

A lo que era invierno el susodicho se estaba sacando los calzoncillos largos cuando el artefacto, dotado de un juego de luces tipo hotel casino de Las Vegas y un bip de dos o tres millones de grillitos en celo, entró a hacer un batuque y una cantidad de reflejos en las paredes y espejos como si estuviera a punto de salir a escena un conjunto de rock en un megarecital.

Nuestro héroe, con un jamón todavía adentro del calzoncillo largo, con bastante presteza, lo desplegó, pulsó el botoncito correspondiente y respondió:

-Sí, yo. Quién iba a hacer, mujer. Ahora díme una cosa, por la hostia, cómo puñetas hicistéis para saber que estaba aquí.

Qué sufridas que son las mujeres a todas las edades, ¿no?

COMPUTERS MADE IN YORUGAS

«Las computadoras uruguayas no tienen memoria. Están llenas de nostalgia.»
ELVIO GANDOLFO

19.5.05

LA PRIMERA COMPUTADORA PERSONAL (III)


Febrero de 1975. Una reunión del Homebrew Computer Club en un viejo cine de San Francisco.


SNIF, SNIF...


El prototipo de la Altair 8800 se perdió en la noche de los tiempos de los ferrocarriles norteamericanos entre Florida y Nueva York. La numerada 0001 fue para Leslie Solomon, quien la instaló en su escritorio y la conectó a una teletipo para ver si podía hacerle hacer algo. Fue tal el batuque que armaba que en el resto de la redacción, a pesar del éxito editorial que significó, las protestas fueron tantas y de tal tenor que El Tío Sol la tuvo que mudar al sótano. Desde el vamos nomás, las relaciones entre periodismo y esta tecnología de punta han sido notablemente antagónicas, es cierto, pero sumamente vejatorio e injusto que a un colega de semejante talante se lo tire a la Papelera de Reciclaje de tanto olvido. (AR)

[Nota escrita en enero de 1985, para el Suplemento de Informática de La Prensa, con motivo del vigésimo aniversario.]

LA PRIMERA COMPUTADORA PERSONAL (II)


La batata original, de cuerpo presente. Así nació toto.


LO QUE SE CIFRA EN EL NOMBRE
El literato de turno que siempre hay entre los tecnócratas la bautizó oficialmente Little Brother, con la idea del hermano menor o el más chico de la familia. Ed Roberts la nominó sencillamente, para uso interno, como PE-8, por la revista que la iba a patrocinar y el chip, dejando para los periodistas encargados del lanzamiento cuál podía ser más atractivo. A Leslie Solomon tampoco se le ocurría nada atractivo. Un día volvió a su casa y se encontró con su hija Lauren (12), pegada al televisor, mirando Star Trek, una tira que estaba de moda. Algo le destelló adentro:

-¿Cómo se llama la computadora del Enterprise?

-Computadora -fue la seca respuesta.

-Necesito un nombre para ponerle a una computadora

-no se rindió El Tío Sol.

-Altair -le contestaron.

-¿Qué es Altair?

-La estrella donde esta noche llega el Enterprise, papá -aclaró la nena, ya un poco esgunfiada.

Lo de 8800 es por la nominación impuesta por Intel al chip. Una mezcla balanceada de fantasía y tecnología siempre resulta apetecible en estos terrenos. (AR)

[Nota escrita en enero de 1985, para el Suplemento de Informática de La Prensa, con motivo del vigésimo aniversario.]

NACIMIENTO DE LA PRIMERA COMPUTADORA PERSONAL (I)

Leslie Solomon, The Uncle Sun, lo más choto, en su escritorio y la Altair sobre su derecha.

ENTRE LA ARTESANIA, UNA REDACCION Y UNO DE SALAME Y QUESO,
BIEN CARGADO

Hace treinta años, en enero de 1975, la portada del conocido mensuario norteamericano Popular Electronics (PE) anunciaba:


¡UN GRAN DESCUBRIMIENTO!
El primer kit de minicomputadora a nivel mundial
para rivalizar con los modelos comerciales...
¡ALTAIR 8800!


Ni más ni menos: la primera computadora personal. Costaba 397 dólares, que había que mandar por giro postal a una desconocida firma de Alburquerque, para en una de esas recibir a vuelta de correo un juego de piezas sueltas que no en todos los casos ensamblaban y que en caso que se lo lograra, según aseguraba vagamente el artículo interior, podía tener tantos usos múltiples que no podemos incluso pensar en este momento. En realidad, metidos en una carrera de locos, no habían tenido ni tiempo de probar qué‚ se podía hacer con eso. Sin embargo, si bien Ed Roberts, el fracasado fabricante de kit de calculadoras programables que estaba al borde de la quiebra por un monto cercano al medio millón de dólares necesitaba vender 400 para salvarse, el banco le había prestado los últimos 65 mil dólares confiando en que por lo menos ubicara 200 y Leslie Les Solomon, el editor de PE, para darle ánimos le había dicho que iban a vender 800, fue aparecer la revista en los quioscos y un aluvión de casi dos mil talones con sus respectivos giros cayó en la dirección de MITS, acrónimo de Micro Instrumentation Telemetry System, nombre un tanto impactante que no concordaba demasiado con el bolichón al lado de una lavandería y que antes había ocupado un bar al paso llamado poéticamente The Enchanted Sandwich, algo así como El Sánguche Encantado.
En marzo de 1975 los pedidos ya sobrepasaban los 4 mil. Llegaron a rechazar varios al por mayor. Una franja cada vez más amplia de jóvenes entre 20 y 30 años, algunos quizá mucho menores, parecía enloquecida por un catafalco que no tenía monitor, disquetera, teclado ni nada que se parezca, y que no hacía otra cosa, siempre y cuando se programara a mano, esto es, metiéndole cortocircuitos que le dieran la secuencia de ceros y unos, negativos/positivos, del lenguaje binario, que hacerle parpadear unas luces de colores en el panel delantero. Todo había empezado exactamente un año antes, cuando Roberts, ya casi en la lona y con los acreedores girándole en derredor como los pieles roja antes de un ataque, decidió ceder a los cantos de sirena de Solomon, a quien los jóvenes ya habían bautizado como El Tío Sol, y decidió que tratar de diseñar la primera computadora personal o algo que se le pareciera podría ser la muerte o la gloria. El primer gran paso fue cuando consiguió que Intel le vendiera una partida de microprocesadores 8800, que acaban de salir, en 75 dólares cada uno cuando se los estaba vendiendo a 370. En medio de una selvática competencia, eso lo ponía a tono por lo menos en el precio, algo para empezar. Solomon conocía de antes a Roberts. El nexo había sido un amigo común, que también escribía para PE: -Vení, que te voy a presentar a alguien más estrafalario que vos -le anunció. Era mucho decir. El Tío Sol se había ganado ese mote porque recorría escritorios y laboratorios de sus jóvenes colaboradores de PE, incitándolos a no dejarse ganar por los tropiezos cuando estaban en plena inventiva algo, intensas y larguísimas charlas que él matizaba con historias personales donde levitaban mesas y otros muebles, fascinándolos, o por lo menos renovándoles el ánimo. Desde las primeras charlas con Solomon, Roberts coincidió en que había cantidad de profesionales y aficionados que trabajaban con las computadores de entonces y que querían una para ellos, que no tuvieran que compartirla con otros para manejar el archivo que habían creado, o poder jugar un poco, tenerla en la casa. PE iba a patrocinar periodísticamente cualquier proyecto serio en la materia. Les siempre supo que Ed era el hombre. No eran los únicos que olfateaban lo que andaba en el ambiente. En julio de 1974, Radio Electronic, la competencia, se les quiso adelantar con la Mark-8, a 800 dólares. Un estrepitoso fracaso: resultó una rara mezcla entre terminal boba y nada. Justo entonces Roberts había terminado el diseño original y se lo había pasado a sus ingenieros Jim Bybe y Bill Yates para los pasos finales. La presión de Solomon era constante porque estaban en una carrera contra reloj. Cuando por fin en el MITS terminaron el prototipo y lo mandaron por tren a Nueva York, para la fotografía de la portada, la encomienda no llegó jamás. Sucede en las mejores familias y en los países más desarrollados. Roberts voló desde el sur para hacer una demostración y ver qué podían poner en el artículo que sabía hacer y sólo les quedó hacer remitir urgente desde la otra punta del mapa una carcaza con las lucecitas, que fue lo que finalmente apareció fotografiado. El semiquebrado Roberts pasó, en poco más de sesenta días, de deber casi medio millón de dólares a tener un superávit de 300 mil. La materialización del Gran Sueño Capitalista Gran. En San Francisco no tardó en formarse el Homebrew Computer Club, entre cuyos fundadores estuvo Steve Wozniack, grupo del cual saldrían todos los gestadores del fenómeno porque eran los que habían estado esperando el momento sin saber muy de qué‚ y cómo se iba a tratar. En una sesión de abril de 1975 todos tuvieron la paciencia necesaria para que en el escenario Steve Dompier cargara a mano la memoria expandible de 256 bytes (¡un párrafo!) para una anunciada gran demostración sorpresa. Horas y horas en su casa, había descubierto que cuando se la hacía correr habiendo una radio prendida cerca, no le producía descargas, sino que le sacaba sonidos. Cuando estaba por terminar, el que nunca falta pasó por atrás y pateó el cable. Casi lo linchan. Hubo que hacer de todo de vuelta. Valió la pena: aunque debiluchas, las primeras notas de Yesterday, de John Lennon, fueron algo así como el toque de largada. La reacción, un paroxismo total: ¡la porquería servía para algo!
En menos de tres años hicieron todo lo que se necesitaba, en las peores condiciones. Aparecieron sistemas operativos, la hoja electrónica de cálculo (primer aporte inédito de la informática a la cultura del hombre), los BBS, procesadores de texto, bases de datos, soft para programadores. Todo. Al año, la nueva Altair, con el nuevo microprocesador Intel, costaba 100 dólares menos. Había empezado otra historia. (AR)

[Nota escrita en enero de 1985, para el Suplemento de Informática de La Prensa, con motivo del vigésimo aniversario.]

MAS SOBRE EL ARGIE E-COMMERCE (II)

CON RAZON NOS ENVIDIAN ESA MANGA
DE ACOMPLEJADOS Y RESENTIDOS

El ingeniero Gustavo Aldegani fue a la cita con la mira telescópica bien calibrada y no desperdició munición:
-Lo que tampoco se dice en todo esto es que en circuito respectivo el número y los otros datos de una tarjeta de crédito habilitada se venden a 150 dólares cada uno. Esto quiere decir que para determinados individuos o grupos chicos, sin accesos a bases grandes y encriptadas, sea mucho más negocio vender un paquetito de tarjetas que cometer unos pocos fraudes menores con ellas.
Desde que en la Argentina se entró a menear el tema delito informático, el especialista Antonio Millé se cansó de repetir, frente a la espectacularidad o novelería de los etéreos hackers o phreakers, que los daños mayores se producen por fuga de información y que eso permanece en el más absoluto anonimato por el desprestigio que le acarrea a la víctima que se divulgue que le robaron el código fuente de un programa que se estaba desarrollando o que le llevaron el backup (copia de seguridad) de una base de datos, que es justamente el gran negocio del fraude con tarjetas de crédito en el comercio electrónico.
Iván Arce, también de Core, sacó a relucir cifras del FBI y otros organismos estadounidenses especializados que dieron a conocer que en 1998 el 70% de los fraudes electrónicos de todo tipo estaban a cargo a Caballos de Troya (Troyan Horses o troyanos, en la jerga) dentro de las mismas corporaciones:
-Ahora bajó un poco, creo que un 10%, pero es inconcebible de hecho robarse una base de datos por teléfono –se rió-. Ni Mandrake.
Para el ingeniero Aldegani todavía aparece, aún no muy nítidamente, el perfil de otro dibujito más interesante:
-Quedarse con una base de datos bien rellena de tarjetas de crédito tienta a creer en la facilidad y en lo inmediato de fraudes inmensos. Me parece una idea un poco torpe. Con el software que hay en la actualidad, para reprocesar datos, resulta todavía incalculable la información tan o más valiosa que un simple fraude que puede contener esa base en lo que hace a darme perfiles de comportamientos de usuario, cuánto veranea, lo que gasta y hasta la pasta dentífrica que usa.
La colisión entre Hi Tech, privacidad y derechos humanos, ya anunciada y despreciada desde fines de los 70, va cobrando forma. Dirk Hanson, en Los nuevos alquimistas, ya hace más de 15 años, vaticinó que las computadoras traían bajo el brazo “una utopía electrónica o una pesadilla totalitaria, según el punto de vista que uno adopte.”
Sea como sea, diga lo que se diga, previsores, la mitad de nuestros compatriotas le tiene julepe al comercio electrónico. Un esbozo de Ley de Murphy aborigen ya podría ser delineada de la siguiente manera: “Todo argentino temeroso de ser currado en realidad es un currador reprimido y presto a dar rienda suelta a sus sanos instintos nativos.” (AR)


[N. el A.] Esta nota fue tan asquerosamente censurada, dilapidada, adulterada y demás infamias que ni siquiera se pasó a cobrarla cuando la responsable respectiva de la sección tuvo a bien darla a conocer. Había ocurrido que el suplemento dominical de La Nación había sacado algo sobre el asunto y se tenía que seguir la línea, no hacer algo diferente, opuesto, contrario o apenas original, mucho menos garrotearla en silencio citando algunas de las barrabasadas menores que había perpetrados. Y eso que entre los dueños de la editorial que publicaba este semanario considerado el paradigama de lo progre figuraba un exitoso ex montonero, ahora parlamentario con partido democrático popio y todo, y un mucho más exitoso financista, en sus años mozos, miembro de la siempre gananciosa Comisión de Finanzas del PC argentino. Por supuesto lo único que no se censuró, alteró, tergiversó ni distorsionó fue la firma del autor, cuando precisamente en las conversaciones previas lo convenido había sido que no sólo no se la quería firmar sino que se iba a presentar un informe para que los redactores de planta luego la jibarizaran, zipearan y distorsionaran a piaccere, como es de práctica. Todo otro comentario es ocioso.

INTRINGULIS EN EL ARGIE E-COMMERCE (I)

EN INTERNET, COMPRAR UNA PIZZA
PUEDE COSTAR TANTO COMO UN ROLEX


Más o menos la mitad de los argentinos que chapotean por Internet tienen miedo que le curren la tarjeta de crédito y hagan cualquier estrago a su nombre, cuenta y cargo. En esto coinciden una consultora local de la seriedad de Prince & Cooke y un sitio marplatense (http://www.mailsoft.com.ar/) que tiene en la primera pantalla un sistema de encuestas automáticas, a voluntad del usuario, y que si bien carece del rigor de los otros muestreos, tienen imponderable valor de lo espontáneo: en los diez días que se lo controló para este informe, los muy asustados a cuenta oscilaron entre el 43 y el 54%, los que no tienen idea de qué se trata esto del comercio electrónico andan entre los 36 y 44%, los que opinan que el peligro de ser timado es poquito van del 20 al 30% y los que se dejan cortar la cabeza que es lo más seguro el mundo subieron muy lentamente de un lapidario 0% a un timorato 4%.
-Lo que yo quisiera que me expliquen –perdió un poco su habitual calma Antonio Millé, cabeza del estudio que entre otras multinacionales le cuida los intereses a Microsoft, Yahoo & muchísimas más, miembro de varias entidades internacionales en la materia, reconocida autoridad en lo que hace al derecho y al delito informático, pionero en la Argentina en esta materia desde 1986, impulsor de la terminaría siendo la temida Software Legal- es dónde está la diferencia cuando yo voy a Mar del Plata, paro en Dolores a cargar nafta, pago con la tarjeta y el empleado desaparece cinco minutos en la oficina y con la maquinita de planchar ésa que tienen, si quisiera, puede hacer diez, veinte copias de mi original, aparte de que en la operación se quedan con todos los datos necesarios para cualquier tipo de fraude. Pero resulta que yo me siento lo más seguro, firmo el comprobante, me devuelven la tarjeta y teóricamente al llegar a Mar del Plata me puedo encontrar con que han tenido el tiempo suficiente como para no dejarme ni el farolito de la puerta, algo que de lo que me voy a enterar cuando el mes que viene me llegue el resumen. ¿Cuál es la diferencia? Lo digo con el mejor ánimo, pero sinceramente me parece una pavada mediática.
No fue el único consultado que estableció paralelos similares o casi calcados: todos dijeron más o menos lo mismo, por momentos casi una aburrida coincidencia. Pero además de otros elementos diferenciativos que iremos viendo, el primero, el más a mano, es Internet, el inasible y adorado tótem del posmodernismo, alrededor del cual bailan rituales danzas guerreras el Homus Consumus contemporáneo, arriba de coches supersports, todo tipo de todo terreno o 4 x 4, motos bigotudas o sancochándose al sol en el parque de algún country. Sobre todo, y más que nada para un argentino medio, no es lo mismo que a uno lo curre con la tarjeta el del mercadito que una multinacional con paradero virtual en la triple W. Sin rasgarse para nada las vestiduras, pero es hora que el periodismo nativo evite que los palurdos en la materia escriban sobre informática, telemática, portales, videogames y todo lo que se parezca a una computadora. Encima en un columna firmada, de un suplemento dominical de un diario que pretende ser serio, a esta altura no se puede poner que “un módem es un aparato equivalente al teléfono” y no del todo feliz con el resbalón terminal, asestar que “el comercio electrónico tiene algunos puntos débiles, sobre todo en el país.” ¿No habrá algún rubro o actividad en que los argentinos dejemos de ser excepcionales o portadores de magnificiencia, como ya corroboraba Sarmiento a mediados del siglo XIX ? Como pusieron en la red unos vagos ociosos y divertidos (http://www.lopeor.com/), bajo el rubro Los sueños latinoamericanos: ¿alguna vez habrá un argentino humilde y un cubano mudo?
Primero que nada, una tarea sana es delimitar de qué se está hablando y desde dónde. Empecemos por decir que en enero del 2002, como es materialmente imposible saber la cantidad exacta del parque computacional en un país, menos que menos en el mundo, un acuerdo logrado en torno a los cálculos hechos por Mark Lottor, de la Netowork Wizard (NW)(http://www.nw.com/), lo más confiable en esta materia que hay, los usuarios de la triple W de todo el mundo estaban un poco más arriba de los 226 millones, de los cuales casi 58 son Made in USA. Hasta acá vamos bien. Pero llegamos a la Argentina y para el suplemento dominical de uno de los principales matutinos, los nativos que surfearían en el ciberespacio superan los 900 mil. Para la NW, en cambio, apenas si pasan los 455 mil. ¿Quién puede ser más serio y confiable, dejando la escarapela de lado?
A poco que se empieza a desmenuzar el aserto se va encontrando que aquí se tiene miedo, sí, y hacen muy bien en tenerlo, pero no saben ni a qué ni por qué, y los que están seguros de lo único que pueden estarlo es al mejor estilo socrático, y es por que no saben nada de nada. ¿Es o no es seguro el llamado i-comers, en el inglisñol de moda o castemático de cabecera, como se prefiera, tal como los entendidos llaman al e-commerce cuando diciéndole comercio electrónico sería más sencillo y entendemos todos.
El primer garrotazo certero estuvo a cargo del ingeniero electrónico Gustavo Aldegani, cuando todavía no recibido fue uno de los fundadores del GISVI (Grupo de Investigación sobre Seguridad y Virus Informático) de la UBA, después alma mater y secretario de redacción de PCUsers y COMPUMagazine durante varios años, y en la actualidad, entre otros menesteres, es consultor sobre seguridad informática de la Universidad de Belgrano y director del Information Tecnology Security:
-Acá se deja graciosamente de lado que Internet fue creada para intercambiar información de manera confiable, veloz, en grandes volúmenes, entre centros académicos, y que de pronto se ha venido un aluvión de pantallas como vidrieras de un shopping y nos planteamos dilemas falsos. El problema fundamental es de arranque: el protocolo es débil porque fue concebido para otra cosa. Ahora, si se quiere hacer puramente comercial, lo que me parece bien, van a tener que tomar medidas de seguridad, porque no pueden pretender que Internet también les brinde vigilancia. Y esa seguridad, que existe, y que puede llegar a ser muy costosa, tiene que estar de acuerdo con lo que se quiera comerciar. No puedo poner un sitio para vender tortas heladas y gastarme medio millón de pesos para que no se filtren los datos de las tarjetas de los que se las van a comer.
Todo ha sido tan vertiginoso que se ha borrado el origen bélico de la primitiva Internet para suplantar los daños a las telecomunicaciones norteamericanas de un supuesto ataque atómico soviético, y que eso sucedía allá, por los 80, en plena prehistoria, desde la actual perspestica junto al hombre de Nedernthal o casi. Luego, desaparecido ese cuco comunista, entregada a la acartonada National Science Foundation, fue una burbuja de cristal para todos los académicos del Primer y Segundo Mundo hasta que en 1995 se abrieron las compuertas a los fenicios, en el medio de la polvareda venía Bill Gates y su promocionadísima versión del nuevo Windows, y como desde un tiempito antes el genio de Tim Berners-Lee había encontrado la forma de interconectar textos, combinarlos con imagen y sonido, todo al amparo de una interfase gráfica que se fue perfeccionando a ritmo vertiginoso, naciendo la famosa World Wide Web, hoy por hoy no sólo sinónimo de Internet, sino Internet a secas, sin vueltas ni pasado, de los poco más de 13,5 millones de usuarios de un principio, un lustro después ha crecido la monstruosidad de más de un 1.500%.
Internet es maravillosa, entre otras cosas, porque puso de manifiesto la cantidad inmensa de gente que quiere venderle algo a alguien. Las dudas están en que cada día puedan ser menos los que quieran y puedan comprarlas.
-El otro factor que agrega más confusión a este bochinche –añadió el ingeniero Aldegani- es que el dichoso comercio electrónico es para una selecta minoría. Primero, hay que tener computadora; segundo, además del módem, estar suscripto a un proveedor del servicio y tercero, pero no lo más importante, tener tarjeta de crédito, por lo común internacional, lo que indica un alto nivel de poder adquisitivo. O sea, es un dilema para el sector ABC1 y el escándalo que se ha armado, a partir de febrero de este año, con lo que pasó con Amazon y otras, es como si hubiera afectado masivamente a nuestro país desde La Quiaca a Usuahia.
Un principio de Ley de Murphy bien argie sería que nunca estamos tan seguros como cuando nos sentimos inseguros.
-Si hay que hablar de inseguridad en este tema –afirmó Alejandro Comesaña (http://www.broscom.net/), desde hace tiempo proveedor de Internet y de servicios de hostings-, es igual o menor a las ventas por teléfono. Pero con respecto a esta modalidad tiene una ventaja: ver lo que va a comprar, sus características, sin moverse de su casa.
Otra curiosidad del caso tiene que ver con lo que una vez dijo el licenciado Dante Caputo cuando era canciller: suficiente que en los paìses centrales estornuden para que nosotros ya estemos resfriados, con unas líneas de temperatura y nos metamos en camita. Para Alejandro Carrier, a cargo de comercio electrónico en Prince & Cooke, estimativamente, en Estados Unidos las operaciones comercio-cliente, no entre corporaciones -que es mucho mayor y seguro-, estimativamente en 1999 debe haber andado por los 3 mil millones de dólares. Para un suplemento dominical uno solo de los sitios argentinos, antes de llegar el 2000, generó 4,5 mil millones de la misma moneda en ventas y, modestamente, estima alcanzar los 15,5 mil millones el año que viene. Carrier estimó, siempre sobre la base de un muestreo hecho por la consultora sin aplicar todos los rigores, que el monto total puede haber estado en los 4 millones de esa manera, 4,5 cuando mucho, pero sin el el mil en el medio. Y es que se trata de algo que empezó por la primavera de 1998 y el año pasado hizo eclosión, importante por cierto, pero no llegan a doscientos los sitios dedicados a esos menesteres.
-Para muchos la idea es salvarse vendiendo por Internet, lo cual, por el momento, es erróneo –puntualizó Comesaña-. Para otros es una forma de mostrarse y decir somos importantes, estamos en la red y vendemos o apenas lo hacen tan sólo por la moda de la palabra comercio electrónico.
Eso sí, a menos de dos años de haber empezado, sin ponernos de acuerdo si el momento operado fue de 4 millones o de 4,5 mil millones de dólares, pensando triplicar para el año que viene, ya tenemos un julepe bárbaro.
-Lo que nosotros notamos –comentó Alberto Soliño, a punto de recibirse de ingeniero electrónico e integrante de Core, uno de los emprendimientos dedicados a la seguridad y muy beneficiados con este boom tan variado- es que cuando empezamos con los clientes extranjeros no había problemas y a los argentinos teníamos que andarlos corriendo. Ahora, nuestros compatriotas han empezado a venir solitos a buscarnos.
Con una sonrisa beatífica agregó:
-Y, por favor, no empiecen otra vez a hablar de hackers. ¡Basta! (AR)

[N. el A.] Esta nota fue tan asquerosamente censurada, dilapidada, adulterada y demás infamias que ni siquiera se pasó a cobrarla cuando la responsable respectiva de la sección tuvo a bien darla a conocer. Había ocurrido que el suplemento dominical de La Nación había sacado algo sobre el asunto y se tenía que seguir la línea, no hacer algo diferente, opuesto, contrario o apenas original, menos que menos garrotearlo y citarle algunas de las pavadas que había descerrajado. Y eso que entre los dueños de la editorial de este semanario considerado paradigma de lo progre figuraba un exitoso ex montonero, ahora legislador con partido democrático propio, y un mucho más exitoso financista, en sus años mozos, miembro de la siempre gananciosa Comisión de Finanzas del PC argentino. Por supuesto lo único que no se censuró, alteró, tergiversó ni distorsionó fue la firma del autor, cuando precisamente en las conversaciones previas lo convenido había sido que no sólo no se la quería firmar, porque ya se les conoce la calaña y el calibre que calzan, sino que se iba a presentar un informe para que los redactores de planta luego la jibarizaran, zipearan y distorsionaran a píaccere, como es de práctica. Todo otro comentario es ocioso.