19.5.05

INTRINGULIS EN EL ARGIE E-COMMERCE (I)

EN INTERNET, COMPRAR UNA PIZZA
PUEDE COSTAR TANTO COMO UN ROLEX


Más o menos la mitad de los argentinos que chapotean por Internet tienen miedo que le curren la tarjeta de crédito y hagan cualquier estrago a su nombre, cuenta y cargo. En esto coinciden una consultora local de la seriedad de Prince & Cooke y un sitio marplatense (http://www.mailsoft.com.ar/) que tiene en la primera pantalla un sistema de encuestas automáticas, a voluntad del usuario, y que si bien carece del rigor de los otros muestreos, tienen imponderable valor de lo espontáneo: en los diez días que se lo controló para este informe, los muy asustados a cuenta oscilaron entre el 43 y el 54%, los que no tienen idea de qué se trata esto del comercio electrónico andan entre los 36 y 44%, los que opinan que el peligro de ser timado es poquito van del 20 al 30% y los que se dejan cortar la cabeza que es lo más seguro el mundo subieron muy lentamente de un lapidario 0% a un timorato 4%.
-Lo que yo quisiera que me expliquen –perdió un poco su habitual calma Antonio Millé, cabeza del estudio que entre otras multinacionales le cuida los intereses a Microsoft, Yahoo & muchísimas más, miembro de varias entidades internacionales en la materia, reconocida autoridad en lo que hace al derecho y al delito informático, pionero en la Argentina en esta materia desde 1986, impulsor de la terminaría siendo la temida Software Legal- es dónde está la diferencia cuando yo voy a Mar del Plata, paro en Dolores a cargar nafta, pago con la tarjeta y el empleado desaparece cinco minutos en la oficina y con la maquinita de planchar ésa que tienen, si quisiera, puede hacer diez, veinte copias de mi original, aparte de que en la operación se quedan con todos los datos necesarios para cualquier tipo de fraude. Pero resulta que yo me siento lo más seguro, firmo el comprobante, me devuelven la tarjeta y teóricamente al llegar a Mar del Plata me puedo encontrar con que han tenido el tiempo suficiente como para no dejarme ni el farolito de la puerta, algo que de lo que me voy a enterar cuando el mes que viene me llegue el resumen. ¿Cuál es la diferencia? Lo digo con el mejor ánimo, pero sinceramente me parece una pavada mediática.
No fue el único consultado que estableció paralelos similares o casi calcados: todos dijeron más o menos lo mismo, por momentos casi una aburrida coincidencia. Pero además de otros elementos diferenciativos que iremos viendo, el primero, el más a mano, es Internet, el inasible y adorado tótem del posmodernismo, alrededor del cual bailan rituales danzas guerreras el Homus Consumus contemporáneo, arriba de coches supersports, todo tipo de todo terreno o 4 x 4, motos bigotudas o sancochándose al sol en el parque de algún country. Sobre todo, y más que nada para un argentino medio, no es lo mismo que a uno lo curre con la tarjeta el del mercadito que una multinacional con paradero virtual en la triple W. Sin rasgarse para nada las vestiduras, pero es hora que el periodismo nativo evite que los palurdos en la materia escriban sobre informática, telemática, portales, videogames y todo lo que se parezca a una computadora. Encima en un columna firmada, de un suplemento dominical de un diario que pretende ser serio, a esta altura no se puede poner que “un módem es un aparato equivalente al teléfono” y no del todo feliz con el resbalón terminal, asestar que “el comercio electrónico tiene algunos puntos débiles, sobre todo en el país.” ¿No habrá algún rubro o actividad en que los argentinos dejemos de ser excepcionales o portadores de magnificiencia, como ya corroboraba Sarmiento a mediados del siglo XIX ? Como pusieron en la red unos vagos ociosos y divertidos (http://www.lopeor.com/), bajo el rubro Los sueños latinoamericanos: ¿alguna vez habrá un argentino humilde y un cubano mudo?
Primero que nada, una tarea sana es delimitar de qué se está hablando y desde dónde. Empecemos por decir que en enero del 2002, como es materialmente imposible saber la cantidad exacta del parque computacional en un país, menos que menos en el mundo, un acuerdo logrado en torno a los cálculos hechos por Mark Lottor, de la Netowork Wizard (NW)(http://www.nw.com/), lo más confiable en esta materia que hay, los usuarios de la triple W de todo el mundo estaban un poco más arriba de los 226 millones, de los cuales casi 58 son Made in USA. Hasta acá vamos bien. Pero llegamos a la Argentina y para el suplemento dominical de uno de los principales matutinos, los nativos que surfearían en el ciberespacio superan los 900 mil. Para la NW, en cambio, apenas si pasan los 455 mil. ¿Quién puede ser más serio y confiable, dejando la escarapela de lado?
A poco que se empieza a desmenuzar el aserto se va encontrando que aquí se tiene miedo, sí, y hacen muy bien en tenerlo, pero no saben ni a qué ni por qué, y los que están seguros de lo único que pueden estarlo es al mejor estilo socrático, y es por que no saben nada de nada. ¿Es o no es seguro el llamado i-comers, en el inglisñol de moda o castemático de cabecera, como se prefiera, tal como los entendidos llaman al e-commerce cuando diciéndole comercio electrónico sería más sencillo y entendemos todos.
El primer garrotazo certero estuvo a cargo del ingeniero electrónico Gustavo Aldegani, cuando todavía no recibido fue uno de los fundadores del GISVI (Grupo de Investigación sobre Seguridad y Virus Informático) de la UBA, después alma mater y secretario de redacción de PCUsers y COMPUMagazine durante varios años, y en la actualidad, entre otros menesteres, es consultor sobre seguridad informática de la Universidad de Belgrano y director del Information Tecnology Security:
-Acá se deja graciosamente de lado que Internet fue creada para intercambiar información de manera confiable, veloz, en grandes volúmenes, entre centros académicos, y que de pronto se ha venido un aluvión de pantallas como vidrieras de un shopping y nos planteamos dilemas falsos. El problema fundamental es de arranque: el protocolo es débil porque fue concebido para otra cosa. Ahora, si se quiere hacer puramente comercial, lo que me parece bien, van a tener que tomar medidas de seguridad, porque no pueden pretender que Internet también les brinde vigilancia. Y esa seguridad, que existe, y que puede llegar a ser muy costosa, tiene que estar de acuerdo con lo que se quiera comerciar. No puedo poner un sitio para vender tortas heladas y gastarme medio millón de pesos para que no se filtren los datos de las tarjetas de los que se las van a comer.
Todo ha sido tan vertiginoso que se ha borrado el origen bélico de la primitiva Internet para suplantar los daños a las telecomunicaciones norteamericanas de un supuesto ataque atómico soviético, y que eso sucedía allá, por los 80, en plena prehistoria, desde la actual perspestica junto al hombre de Nedernthal o casi. Luego, desaparecido ese cuco comunista, entregada a la acartonada National Science Foundation, fue una burbuja de cristal para todos los académicos del Primer y Segundo Mundo hasta que en 1995 se abrieron las compuertas a los fenicios, en el medio de la polvareda venía Bill Gates y su promocionadísima versión del nuevo Windows, y como desde un tiempito antes el genio de Tim Berners-Lee había encontrado la forma de interconectar textos, combinarlos con imagen y sonido, todo al amparo de una interfase gráfica que se fue perfeccionando a ritmo vertiginoso, naciendo la famosa World Wide Web, hoy por hoy no sólo sinónimo de Internet, sino Internet a secas, sin vueltas ni pasado, de los poco más de 13,5 millones de usuarios de un principio, un lustro después ha crecido la monstruosidad de más de un 1.500%.
Internet es maravillosa, entre otras cosas, porque puso de manifiesto la cantidad inmensa de gente que quiere venderle algo a alguien. Las dudas están en que cada día puedan ser menos los que quieran y puedan comprarlas.
-El otro factor que agrega más confusión a este bochinche –añadió el ingeniero Aldegani- es que el dichoso comercio electrónico es para una selecta minoría. Primero, hay que tener computadora; segundo, además del módem, estar suscripto a un proveedor del servicio y tercero, pero no lo más importante, tener tarjeta de crédito, por lo común internacional, lo que indica un alto nivel de poder adquisitivo. O sea, es un dilema para el sector ABC1 y el escándalo que se ha armado, a partir de febrero de este año, con lo que pasó con Amazon y otras, es como si hubiera afectado masivamente a nuestro país desde La Quiaca a Usuahia.
Un principio de Ley de Murphy bien argie sería que nunca estamos tan seguros como cuando nos sentimos inseguros.
-Si hay que hablar de inseguridad en este tema –afirmó Alejandro Comesaña (http://www.broscom.net/), desde hace tiempo proveedor de Internet y de servicios de hostings-, es igual o menor a las ventas por teléfono. Pero con respecto a esta modalidad tiene una ventaja: ver lo que va a comprar, sus características, sin moverse de su casa.
Otra curiosidad del caso tiene que ver con lo que una vez dijo el licenciado Dante Caputo cuando era canciller: suficiente que en los paìses centrales estornuden para que nosotros ya estemos resfriados, con unas líneas de temperatura y nos metamos en camita. Para Alejandro Carrier, a cargo de comercio electrónico en Prince & Cooke, estimativamente, en Estados Unidos las operaciones comercio-cliente, no entre corporaciones -que es mucho mayor y seguro-, estimativamente en 1999 debe haber andado por los 3 mil millones de dólares. Para un suplemento dominical uno solo de los sitios argentinos, antes de llegar el 2000, generó 4,5 mil millones de la misma moneda en ventas y, modestamente, estima alcanzar los 15,5 mil millones el año que viene. Carrier estimó, siempre sobre la base de un muestreo hecho por la consultora sin aplicar todos los rigores, que el monto total puede haber estado en los 4 millones de esa manera, 4,5 cuando mucho, pero sin el el mil en el medio. Y es que se trata de algo que empezó por la primavera de 1998 y el año pasado hizo eclosión, importante por cierto, pero no llegan a doscientos los sitios dedicados a esos menesteres.
-Para muchos la idea es salvarse vendiendo por Internet, lo cual, por el momento, es erróneo –puntualizó Comesaña-. Para otros es una forma de mostrarse y decir somos importantes, estamos en la red y vendemos o apenas lo hacen tan sólo por la moda de la palabra comercio electrónico.
Eso sí, a menos de dos años de haber empezado, sin ponernos de acuerdo si el momento operado fue de 4 millones o de 4,5 mil millones de dólares, pensando triplicar para el año que viene, ya tenemos un julepe bárbaro.
-Lo que nosotros notamos –comentó Alberto Soliño, a punto de recibirse de ingeniero electrónico e integrante de Core, uno de los emprendimientos dedicados a la seguridad y muy beneficiados con este boom tan variado- es que cuando empezamos con los clientes extranjeros no había problemas y a los argentinos teníamos que andarlos corriendo. Ahora, nuestros compatriotas han empezado a venir solitos a buscarnos.
Con una sonrisa beatífica agregó:
-Y, por favor, no empiecen otra vez a hablar de hackers. ¡Basta! (AR)

[N. el A.] Esta nota fue tan asquerosamente censurada, dilapidada, adulterada y demás infamias que ni siquiera se pasó a cobrarla cuando la responsable respectiva de la sección tuvo a bien darla a conocer. Había ocurrido que el suplemento dominical de La Nación había sacado algo sobre el asunto y se tenía que seguir la línea, no hacer algo diferente, opuesto, contrario o apenas original, menos que menos garrotearlo y citarle algunas de las pavadas que había descerrajado. Y eso que entre los dueños de la editorial de este semanario considerado paradigma de lo progre figuraba un exitoso ex montonero, ahora legislador con partido democrático propio, y un mucho más exitoso financista, en sus años mozos, miembro de la siempre gananciosa Comisión de Finanzas del PC argentino. Por supuesto lo único que no se censuró, alteró, tergiversó ni distorsionó fue la firma del autor, cuando precisamente en las conversaciones previas lo convenido había sido que no sólo no se la quería firmar, porque ya se les conoce la calaña y el calibre que calzan, sino que se iba a presentar un informe para que los redactores de planta luego la jibarizaran, zipearan y distorsionaran a píaccere, como es de práctica. Todo otro comentario es ocioso.