NUESTRA HISTORIA SIGUE ESTANDO SOLA Y ESPERA
Para octubre del ’92, con un Puerto Madero hormigueante de gente sobre todo para ver la réplica exacta de las carabelas, las tiradas de bronca de las colonias indígenas sobrevivientes, de los proindigenistas y los negocios de los que siempre aprovechan cuanta volada hay, pasó desapercibido un puestito casi miserable, con una computadora y una sigla desconocida. Era el del CEMLA. Los padres scalabrinianos hicieron debutar la primer gran parte de la base de datos de nuestro pasado. No les dieron ni la hora. En esta nota, aparecida en el Suplemento de Informática de La Prensa, cuatro años después, se rescata ese trabajo esencial de esta singular congregación religiosa. La institución siempre fue y sigue siendo el lugar a donde recurren necesariamente investigadores e historiadores. No está prohibido que vaya el común de las gentes. Es más: casi sería una obligación ir y tratar de averiguar cómo llegaron nuestros antepasados.
En Independencia 20, literalmente a la sombra del edificio de la CGT, funciona los martes y jueves de 10 a 16 el CEMLA (Centro de Estudios Migratorios Latino Americanos), cuya base de datos ha informatizado toda la documentación sobre los inmigrantes que ingresaron por el puerto de Buenos Aires entre 1882 y abril de 1925, en una primera etapa y en la actualidad ya está prácticamente completada con los últimos contingentes de los '50, consecuencia de la diáspora por la segunda gran guerra. En total, alrededor de cinco millones transcriptos registros (fichas electrónicas) que rescataron nombres, apellidos, edad, nacionalidad de origen, grado de instrucción, oficio, religión y el barco, cuyo capitán era el encargado de llenar los respectivos formularios.
En 1994 la base completa ocupa casi 2 gigabytes (2 mil millones de caracteres, como estas letras, si se quiere hablar en términos preinformáticos). En otros términos, el esqueleto, el listado de la mayoría de los que constituyeron la Argentina de la ‚poca donde el lema gobernar es poblar, cabía adentro de una cartera de mujer y pesa menos de medio kilo.
Pero la historia real de lo que debe ser sino el hecho m s importante de la incipiente cultura informática, por lo menos s¡ uno de los m s trascendentes, tiene otras ramificaciones. El viejo edificio de Independencia 20 hace pensar que se está cerca de la ribera del Támesis no sólo por la inconfundible línea arquitectónica: en el frontis reza The Victoria Sailors Home 1837- 1887. Sendas placas de bronce recuerdan la visita, en 1925, del rey George y de doctor Marcelo T. de Alvear. Todavía a mediados de los '90, de tanto en tanto, era posible encontrar que seguía funcionando como hogar para marineros refugiando a alguno que llegó en un carguero del Paraguay o del Alto Paraná.
El CEMLA y la base de datos es obra de la acción social de los Misioneros de San Carlos Borroneo, el patrono de los inmigrantes, una pequeña congregación fundada a fines de 1887 por el sacerdote Juan Bautista Scalabrini en Piacenza, Italia. Un poco más de un siglo después, a fines de 1993, el Papa lo ordenó beato. De ahí que a los integrantes de la pequeña congregación, dedicados desde un principio a la asistencia cristiana de la oleada de italianos que se fueron para Estados Unidos, luego a los estudios del fenómeno en todo el mundo y luego a rescatar cualquier documentación para mantener el entretejido social de la memoria, se los conozca como padres scalabrinianos.
No es para nosotros el único dato relevante. Juan Bautista tuvo un hermano, Pedro, historiador, quien justamente integró la diáspora del paese de donde es el tronco familiar y echó aquí raíces. Uno de sus hijos llegaría a ocupar por méritos propios un lugar destacado y particular en la historia nuestra cultura moderna: es el autor de El hombre que est solo y espera, Raúl Scalabrini Ortiz.
La idea de pasar a sostén magnético los inmensos libracos que con letra caligráfica registraban día a día el desembarco de miles y miles de hombres y mujeres provenientes de los más diversos países fue del padre Mario Santili, un argentino nacido en una familia modesta afincada en Munro hace 39 años y ordenado sacerdote en 1985. Los festejos de América 92 pusieron el marco propicio para conseguir un total de 420 mil dólares de fundaciones y corporaciones diversas. Durante cuatro meses un centenar y medio de data enter en doble turno ingresó lo que se había salvado de la humedad, las ratas, el mal trato y otras desconsideraciones que los argentinos tenemos para con los testimonios que sobreviven de nuestro pasado.
El sacerdote Mario Santili confirmó que el hábito no hace al monje. No sólo viste totalmente de paisano, sino que los que se dejan guiar por las apariencias, la barba y el largo del pelo pueden hacer pensar más en un integrante de cualquier banda rockera que un cura católico. Una estatura regular y un tórax de levantador de pesas terminan de disimular el estereotipo de un sociólogo egresado de la Universidad Gregoriana de Roma y director de la revista/libro que periódicamente edita el CEMLA. [AR]
INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA
-Ahora hemos recibido una ayuda por tres años de la Fundación Roca -informó el joven sacerdote/científico social en 1994-. Ya nos hemos puesto a cargar mayo de 1926. El objetivo que tenemos es llegar hasta 1955, que es cuando podemos decir que arriban los últimos contingentes migratorios. En cifras, faltan agregar unos dos millones más.
El subsidio recibido va a alcanzar para completar m s o menos un tercio del trabajo que queda con las cuatro personas que permiten contratar esos fondos. Sobre todo porque a la información anterior le han agregado nuevos rubros como la cantidad de idiomas que dominaba el recién llegado, el lugar exacto de origen, si se quedó en el Hotel de los Inmigrantes, el estado de salud y si tenia algún defecto físico, como si era la primera vez que venia o ya había estado antes.
LOS FIERROS ES LO DE MENOS
Los que se atrevan a sospechar que la infraestructura tecnológica del CEMLA, en lo que hace a hardware y software, es para el babeo de los muchos cholulos en la materia van a sufrir una gravísima frustración. Justamente una de los virtudes formidables de la informática es que no necesita estar al día con ningún catálogo con las últimas novedades para llevar a cabo obras importantes. Con talento, ganas de trabajar y vocación de servicio para los demás alcanza.
La base de datos sobre el aluvión migratorio de fines del siglo pasado y -hasta 1994- el primer cuarto de siglo es importante no sólo por lo valioso de los datos en sí y el esfuerzo, sino por las líneas de fuga que puede tirar el reprocesamiento de toda esa información en posibles investigaciones sociales y culturales. Para dar un ejemplo a mano, cotidiano, no es ningún misterio encontrar el por qué de nuestra adicción a las medias lunas, vigilantes y sacramentos: se puede averiguar con día y hora la cantidad de panaderos franceses que llegaron al país. Y otro tanto, ya que estamos en el ramo, de dónde sale el bendito pan francés.
Otros datos tirados apenas al pasar por el padre Mario Santili, chequeando los que se podrían llamar datos gruesos de la base permite enfilar para saber a ciencia cierta de dónde vinieron los cantares. Sobre un total de casi 5 millones de extranjeros que formaron el basamento étnico y cultural de lo que se conoció como Argentina y que en esplendor, por aquel entonces, llegó a ocupar el 8° lugar en el concierto de naciones del mundo, 2,3 millones fueron italianos y tan sólo 1,7 de la llamada Madre Patria. Después las nacionalidades empiezan a constreñirse notoriamente porque apenas sobrepasaron los 180 mil los que llegaron de Francia, poco más de 150 mil rusos, menos de 95 mil alemanes, cerca de 90 mil turcos (de Turquía, no el genérico por los de origen árabe), unos 86 mil del cambiante imperio austro-húngaro y faltaron apenas unos pocos para completar 25 mil polacos.
Estas cifras son hasta el otoño de 1925. Como se señala en otra parte, falta completar el total de la afluencia extranjera con los dos millones que arribaron en las tres décadas posteriores.
«LAS FECHAS SON PARA EL OLVIDO, PERO FIJAN A LOS HOMBRES EN EL TIEMPO» (J.L. BORGES)
Los que quieran saber qué día, a qué hora y en qué barco llegaron la nona, el nono, los bisabuelos o los tatarabuelos, tienen que llegarse hasta el edificio de Independencia 20, los martes y jueves de 10 a 16. Ahí se llena un formulario con la mayor cantidad de datos de filiación posible. El rastreo tiene un costo bajo por persona buscada y hay que agregarle un plus si quieren llevarse un certificado impreso, con el logo del CEMLA, el nombre del antepasado y todo lo encontrado en una hoja tamaño carta.
Los interesados en cualquier otro tipo de información sobre el tema migraciones pueden llamar al en los días y horarios ya indicados.
NO HAY NOSTALGIA COMO LA ITALIANA
El sello itálico de la obra de los sacerdotes scalabrinianos excede la nacionalidad de su fundador, hoy beato. La tarea de rescate de los datos y las raíces de lo que dejaron el terruño natal para buscar otras tierras comenzó primero con los de ese origen. A tal punto que el mayor punto de congregación de la orden y el más poderoso centro de estudios se encuentra a East Island, Estados Unidos.
El lugar donde echaron anclas entre nosotros tampoco deja lugar a dudas. Atrás del Hospital Argerich, mucho antes de que construyeran la urbanización de Catalinas Sur, se alzó la Iglesia de Nuestra Señora de los Migrantes, con el culto a San Carlos Borromeo y una feligresía que desde el primer día y hasta la actualidad está formada, mayoritariamente, por los descendientes de los primeros italianos que llegaron y los últimos de esa nacionalidad que aún están vivos y han decidido quedarse hasta el final. [AR]