8.8.11

DOCTOR EUGENIO RAUL ZAFFARONI, ¡TELEFONO!


Las lealtades son muy nobles pero se pueden pagar muy caras. Y a los 71 años, posiblemente creído de lo invulnerable del blindaje de su prestigio intelectual (ver currícula), se envolvió despectivamente en la chalina a lo Isadora Duncan, y desgranó penosamente asedios y persecuciones que lo doblegaron, asimismo indeseadas consecuencias del asqueroso proselitismo político en boga, embarró la cancha entre derechos humanos, chicas del sí fácil y travestis, todo, quizá, para dejar en una sombra difusa que no es tal a Richard, una mezcla rara de primo del campo, paje, amo de llaves, administrador de confianza y en los hechos el responsable de haber alquilado una media docena de las quince propiedades que le administra para prostíbulos de alta gama, poniéndolo al filo del proxenetismo y chapoteando en excusas berretas por las bocas de expendio del oficialismo.
Con el tiempo, este costalazo de Raúl Eugenio Zaffaroni, un porteño egresado del Nacional Mariano Moreno y graduado de abogado en la Universidad del Litoral, que ahora resulta que tenía los salvavidas de plomo stand by desde el 2009 y en una de esas desde antes, de movida va a ser una anécdota tan menor como quizá innecesaria. Lo que parece haber sucedido es que los enemigos y pocos amigos que se ha sabido conquistar aprovecharon para tirarle boñiga fresca y recordarle algunas perfomances en ese pasado cercano de no termina de cerrar y heder, su negativa a pagar impuestos y una asesoría y cenas en su casa con candidatos kirchneristas del calibre de Amado Boudou que encima no lo engalanan mucho que digamos, ya que fue públicamente elegido para completar la fórmula presidencial por haber craneado el manotazo al dinero de los jubilados e ir pensando en pasar a un sistema parlamentarista, casualmente un tema caro a las inquietudes y especialidades del ministro Zaffaroni. Como si fuera poco, en varios de los spots publicitarios ejecutados por La Corte, un grupo selecto de comunicadores sociales generosamente pagados por el dispendio de dineros públicos, entre gentíos, banderas y otras mareas aparece una pancarta de los Putos Peronistas que no es la original de esta agrupación, sino especialmente realizada para una producción que no escatima en gastos y que dejando de lado buen gusto y otros decoros no se entiende por qué en el furor inclusionista no hay también para las compañeras trolas, travesaños, binormas y tuertos. Total, todo bicho que camina va a parar a la urna y los votos no tienen sexo. Por lo demás, el promocionado y rutilante delfín oriundo de Mar del Plata viene mostrando también su gran capacidad personal para demostrar que la inflación aflige sólo a las clases altas y acumular bienes inmobiliarios con buen ojo, como son los dos pisos en lo más exclusivo y caro de Puerto Madero, amén de un par de Harley Dadvidson al estilo de Peter Fonda en Busco mi destino o El Loco Galimba corriendo a 200/h por la Panamericana en compañía de un juez federal.
Volviendo al jurista de renombre internacional, además de haberlo asesorado al liberal marplatense de origen en el casting previo para jefe de gobierno porteño, que disputó con Daniel Filmus y Carlos Tomada, una tarea que se cuestiona sola por superposición de poderes y embanderamientos un tanto obscenos, su nombramiento en la nueva Corte Suprema, en el 2003, de la mano de Néstor Kirchner tampoco lo favoreció en un país que está enardecido y algo más que enquilombado. El ministro Zaffaroni preferió tratar de zafar en lo coyuntural de esto último acudiendo a la perplejidad de verse envuelto en lo que calificó de vendaval político procedente de una prensa amarilla, que tanto él como sus discípulos dilectos y maestros del Viejo Mundo sacan a relucir para un fregado y un barrido. Aceptó también, con hidalguía, haberse visto desbordado.


Ricardo Montivero, (a) Richard, pescado por el asedio fotográfico al estilo Perfil en el momento que cierra la puerta de la casona de la calle Boyacá al 900, que comparte con el ministro Zaffaroni. En la edición de papel del diario Perfil del último sábado le toman con tele un primer plano subiendo a un taxi.

La última entrega de Noticias puso la cosa más o menos en su lugar y sacó del archivo que ya en el 2006 le habían preguntado sin medias tintas si era gay. También recurriendo a las dichosas fuentes confiables, si el mentado Richard, en realidad Ricardo Montivero, que da el mismo domicilio y tiene el teléfono a su nombre, era su pareja. La respuesta arranca sonrisas de todo tipo: "Desde hace años son compañeros de vida", se afirma sacando a relucir una categoría existencial que tiene una precisa decodificación en ciertos ambientes. Por lo pronto, la AFIP lo tiene catalogado en un rubro que se presta todavía más a la chacota fácil y barata: servicios de asesoramiento, dirección y gestión empresarial. La temulencia de poder e impunidad sertían obra y gracia de este auxiliar doméstico que tiene a su cargo hasta las compras en el supermercado y no le dijo ni mu a su entorchado compañero del berenjenal en que lo había metido. Porque entre otras gracias unos condóminos de uno de los bulines le iniciaron acciones legales y el extraño asesor empresario lo tiró abajo del tren cambiando la titularidad del inmueble, que estaba a su nombre, colgándosela a Eugenio Raúl Zaffaroni.
A amistoso no suena. Ahora, las recaudaciones en cuestión, ¿eran parte de su paga?
Por momentos casi bordeando el conventilleo, el paralelo con el reciente caso Schoklender fue casi inevitable. Para colmo se conocen. Y las reacciones del hombre de leyes, calmo nadador con debilidad por los cactus en su pasión por la jardinería, festonearon cualquier cosa menos la elegancia. La primera, cuando tenía un solo departamento en contra, fue apelar al chascarrillo leguleyo que era una suerte porque le evitaban de ese modo un juicio de desalojo y el último, en una conferencia de prensa en el aula magna de la universidad donde se recibió, se curó en salud sacando a relucir una cuenta en Suiza por un monto que en total apenas supera los 100 mil dólares, que no hacen al fondo de la cuestión y la remató, ufano, según él parando otra siniestra embestida pública contra su persona, recomendando "ahora encrémenla y cómansela con mostaza." No es que no sea fino, suena discordante, sobre todo por el ámbito en que fue dicho. La pública proclama, con un pie en la fanfarronería, en lo que hace a su desprecio por los bienes materiales y el anuncio de la repatriación del monto y la donación a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, como no podía ser de otra forma, es sólo para enternecer amas de casa
Por el lado de sus defensores notables la cosa no le fue mejor. Hebe de Bonafini, que sigue mordiendo la banquina con un ímpetu digno de mejores causas, ya había arrancando calificando con el poco académico pelotudeces al enjambre societario para aparentes desvíos de fondos, compras de aviones y de yates, pero como se aprecia en el video de abajo, llegó a llamar a la toma el Palacio de Justicia para dar cuenta de los turros de la Corte Suprema que reciben sobres y apañaron el genoicidio entre otros, de sus dos hijos, sin aclarar si el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni era excluído de la lista de semejantes heces. Aunque un tiempito después, cuando se le vino la noche a cargo de su hijo pródigo, el también abogado Sergio Mauricio Schoklender, y tuvo que rumbear para los tribunales de Comodoro Py a verlo al bueno y más que cuestionado de Norberto Oyarbide, ya estaba más compuestita y con la cabeza agacha aseguraba que confiaba en la justicia, sin aclarar si justicia iba con minúscula o mayúscula. El último jueves, en la ronda ritual de los últimos 35 años, como no tenía para denostar gratuitamente obreros e proveedores impagos que su hijo pródigo le dejó de regalo, no tuvo la mejor idea que sacar a relucir lo mejor de su jerga y calificar de soretes (léase: soretes) a todo aquel que se atreva a cuestionar al doctor Zaffaroni, porque es lo mejor que tenemos.
Ergo, tras el suspiro de alivio que efectivamente no forma parte de la lista de turros condenados por recibir sobres y ser cómplices de la dictadura, si se lo escucha dos veces, no embarra la cancha: la enmierda. Salvo algún despistado que nunca falta los cascotazos que le han tirado y pegado al ministro Zaffaroni se deberían a un indolencia y desdén en el cuidado de su patrimonio personal, que llega al colmo, como lo muestra en el video del comienzo de afirmar que ni siquiera conoce físicamente a los departamentos, con lo que hace de facto caso omiso a las normas firmadas en La Haya que deben cumplir los magistrados, justamente poniendo énfasis en el rubro bienes patrimoniales, y tratar de cubrir a todo trance al bueno de Richard que como asesor resucita a aquel impagable personaje de Gila, que con boina y camiseta musculosa, atendía el teléfono y decía con su mejor acento galaico: "Hola, ¿con el enemigo?" Para colmo, además del impecable pedido público de renuncia, el abogado Ricardo Monners Sanz, en vivo, frente a cámaras, aceptó no tener pruebas pero que para él algo huele mal en la Corte Suprema.
Sí. Y ojalá fuera en la Corte Suprema solamente. En todo el país y no en Dinamarca, justamente.