FASTUOSO ANIVERSARIO BAJO TIERRA
Ayer, poco antes de las 14:00, se cumplió exactamente un mes del derrumbe de la mina de oro y cobre San José, cerca de Copiapó, en el Norte Chico chileno, donde comienza el desierto de Atacama. Lo tan temido, tan anunciado tantas veces, por fin se producía. 33 hombres, de 19 a 64 años, quedaron allá abajo, las primeras cuatro horas en medio de una nube de polvo que casi los asfixia. Pasado el sofocón, mineros de toda la vida, buscaron la chimenea de ventilación para salir de ese pozo a casi 700 metros por debajo de la entrada al socavón y a 100 metros sobre el nivel del mar. La ortodoxia dice que es el escape lógico. Pero a poco de trepar, la escalera se terminaba quizá por un simple cálculo de costos y beneficios y por más que trataron de seguir como las arañas, a los pocos metros ya no había nada que hacer. Allá arriba, a 500 metros sobre sus cabezas, un pequeño orificio luminoso, color celeste, les marcaba donde estaba el cielo y la salvación.
Tuvieron que bajar. Es estremecedor solamente pensar aquella primera noche, con 36º de temperatura, agua hasta las rodillas y la frugalidad que se impusieron de dos horquilladas de tenedor con jurel -el pescado más barato, una caballa sosa, para los pobres-, y medio vaso de leche en polvo disuelta en esa agua no potable cada 48 horas como festín para sobrevivir lo máximo posible. Las diarreas fueron el primer flagelo. Y, por supuesto, aunque ahora menos, la total oscuridad paliada en algo por los focos de los vehículos que habían quedado con ellos.
La situación material, salvo permanecer en el lugar, ha cambiado drásticamente. Tienen poleras y bermudas de algodón, medias especiales contra los hongos, calzado, se afeitan, usan desodorante y dentífrico, camas inflables. Se entretienen con Play Station, proyectan videos que les mandan en chips, mantienen videoconferencias con sus seres queridos y autoridades, 74 palomas diarias suben y bajan con víveres, vituallas y mensajes. Ahora van a tener tevé en directo, ven los partidos del Cobresal en diferido y en una de esas en directo van a poder ver la presentación de La Roja dirigida por el Loco Bielsa en Ucrania.
Con Internet a la velocidad de la luz ayer guardamos deliberadamente silencio como conmemoración válida de entrecasa. La información empezó a decir desde la mañana temprano que fue una verdadería romería la marcha de Copiapó a la mina en todo tipo de vehículos, descontando los que no se mueven del Campamento Esperanza que levantaron familiares, funcionarios y rescatistas desde el mismo viernes 6 de agosto. Cerca de las 14:00 en el lugar y en todos los lugares poblados de la larga lonja de tierra entre la cordillera y el océano el aire se llenó primero con la canción nacional chilena y luego los bocinazos. Ellos se deben haber abrazado y llorado. ¿El famoso milagro del 22 de agosto, cuando se constató que estaban vivos, ya se ha devaluado a una desgracia con suerte?
En el video que abre esta entrada el minero sobreviviente apenas unas semanas antes de la catástrofe, sin dramatizar, habla muy claro del informe de situación no solamente en la San José. Para tratar de vivir un poco mejor los mineros deben decidiir afrontar cotidianamente lo peor. La información es confusa y se habla de un mínimo de 200 dólares a un máximo de 1600. Eso los convierte en asalariados privilegiados en un Chile con una media de 250 de ingreso promedio. Pero las miserias humanas necesariamente afloraron junto con la tremenda solidaridad y los grupos familiares comenzaron a quebrarse, sin contar el lugar común reidero del que se le destapó que en lo amoroso corría a dos puntas y las dos siguen firmes, esperando apropiarse de lo que ciegamente creen que les pertenece por derecho propio desde siempre y para siempre. Otros grupos familaires también se disputan y tironean los plus de las ayudas que han llovido. Estremecedor es el hecho de una adolescente, hija de un matrimonio anterior del minero que está allá abajo, ella con tres medio hermanos producto de la unión de su madre en la nueva pareja, y que se presentó ante la prensa y el campamento como la verdadera hija, no tanto para apropiarse indebidamente de alguna donación como de la eternidad de las imágenes y la ilusión de la consideración de tener un padre famoso, fuera del seguro NN de las estadísticas.
Cosas del encierro, a uno le ha aflorado la vena poética, el de la bitácora del principio sigue con los apuntes diarios y de España le llueven ofertas por la exclusividad de los originales, pero hasta se están terminando de mudar unos 3 kilómetros más abajo, 30 metros más hondo, para mejorar las condiciones del bendito refugio, y se han dividido en tres grupos con sus líderes naturales, manteniendo una actividad organizada de unas 12 horas diarias de trabajo organizado. El recuerdo de esta efeméride, que será borrada seguramente por la del día de la primera salida a la superficie, si es que antes no ocurre algún otro acontecimiento, se dio con el marco de una situación drásticamente mejor y aunque está dentro de lo probable que puedan surgir inconvenientes, las nuevas condiciones materiales les va a permitir hacerles frente mucho mejor pertrechados.
Corrección: pertrechados, simplemente. Porque hace un mes estaban en bolas y a los gritos, como Tarzán, inaugurando para la especie humana un acontecimiento inédito que ninguno de ellos hubiera elegido si les hubieran preguntado. "La mina tiene una falla geológica, del lado de adentro de la montaña", le explicó el ex minero Dartéz, con una pierna menos, al movilero de la tevé. "En uno de los bordes hay un precipicio interno inmenso: tirás una piedra y no cae nunca. Otro error es que al agua que se tira no la sacan toda de la mina, sino que se la arroja en el nivel 335, en una especie de laguna, y eso es fatal porque se filtra y empieza a romper el pegamento entre roca y roca”.
Los funcionarios han tenido que empezar a arbitrar para dividir los ingresos en disputa. La sobrevivencia antes del 5 de agosto último permitía tener bajo tierra no a los minerales, sino a cantidad de irregularidades en las relaciones humanas de muchos de ellos. Ahora han aflorado, lógicamente exacerbadas por la situación dramática que está lejos de haber desaparecido a pesar de los cambios para mejor que se han operado. La avalancha informativa, desordenada, no autocensurada pero sí aplacada por la ideología natural del stablishment que lleva todo periodista adentro, por ejemplo, ha dejado pasar de largo la cantidad de mujeres, casadas legalmente o no, concubinas, amancebadas, amantes part time, lo que sea, que son temporeras en la recolección frutihortícola de la zona, la otra riqueza junto con la minería. Con la llegada salvadora del pinochetismo, que le sacó a Chile el fantasma terrible del comunismo, se aquerenció en Chile, particularmente en la zona donde ahora ha sucedido esta desgracia como si antes hubiera sido una sucursal de Disneylandia, la United Fuit Co., un nombrecito que los mejor informados no sentían desde los '50, en las novelas de Miguel Angel Asturias, como sinónimo mismo de países bananeros, superexplatación, imperialismo, etc., etc. Con ella llegó la tecnología de punta, los abonos a la tierra y los pesticidas para que cada metro cuadrado de tierra rindiera al máximo. También, claro, llegó la contaminación ambiental. En los primeros años de los '90, sin tanta prensa como las bondades del neoliberalismo, la OMS en Chile registraba 30 mil nuevos seres con tres brazos, muñones, sin piernas, un solo ojo, etc. Humanoides, si se quiere buscar un califactivo no muy inclemente, porque mejor no hablar del sistema neurológico que los convertía en células con algo de vida.
El nuevo fenómeno social fue el de las temporeras golondrinas, en una zona central de Copiapó hasta Temuco, en una cantidad que oscilaba entre 30 mil y 40 mil mujeres jóvenes, medio difícil censarlas arriba de las cajas de los camiones y una chatarra de buses que las transportaban de un lugar a otro con un precario mono al hombro, las más pudientes con una rotosa valija de cartón. El resultado era algo conocido pero invertido en materia de género. El único franco de la semana consistía en pasarlo en el boliche del pueblo, mamarse, conseguir algo de sexo como se pudiera y darse también con lo que se pudiera, armas blancas y botellas preferentemente. En estos casos se impone la intervención de la autoridad y los carabineros, no caracterizados nunca por los buenos modales con los pobres, se encontraron con el atavismo de que no es lo mismo moler a palos a una mujer que a un hombre, sobre todo con algunas que habían aprendido a pegar y tener la potencia de Mike Tyson, cuando en el mejor de los casos, entre dos o tres las tiraban al piso y las reducían, al pretender arrastrarlas para su detención se encontraban que unas manos como garfios se le metían entre las piernas y en cualquier momento podían terminar como el zángano que goza del postrer honor de poseer a la abeja reina. Testigos presenciales, no sin humor, narraban batallas épicas, dignas de cualquier superproducción norteamericana rememorando la antigüedad que se había vuelto realidad cotidiana y contemporánea. De eso no se ocupó mucho nadie. Ni la prensa chilena ni la extranjera. ¿Ya pasó?
Las ganancias de la United Fruit Co. y sus sucedáneas chilenas, de la Anaconda y de la San Esteban, dueña de la San José, sufrieron un incremento cariocinético en sus ganancias. Chile pasó a la vanguardia en la exportación de minerales, sobre todo el cobre, salvo la etapa pálida del bajón en la cotización internacional, y sus frutas, consecuencia de un tierra ardiente y también rica químicamente, se distribuyeron por toneladas al norte del Ecuador dejando un balance más que favorable en materia de comercio exterior. También subieron al podio. No había como el monetarismo de los Chicago Boys.
Ayer hizo un mes del derrumbe en la veterana San José, que tiene un siglo de vida y ha conocido todos los sistemas de explotación. Del mineral y de los hombres, se quiere decir, pero siempre dando sus generosos frutos en materia de depósitos bancarios. "El tiempo pasa", como en la canción de Pablo Milanés, y no tanto nos vamos poniendo viejos, como constata el cantautor cubano, sino que la situación esencial del ser humano no parece cambiar de manera tan acelerada como la tecnología, por ejemplo, que permite ahora este tipo de comunicación. "Los tiempos y las distancias me arriaron lejos", cantó el entonces joven Atahualpa Yupanqui en la década del '30 a la moza del Porzuelo, "lo que ayer fue esperanza, hoy es recuerdo." Y cuando menos se lo quiera acordar, Los 33, como ellos quieren que los llamen, también pasarán a engrosar ese paisaje tan poblado de la memoria.
Ojalá sea pronto para evitarles en lo posible todo sufrimiento humano. Pero lo que hay que tratar de acordarse es que en las primeras jornadas, cuando todo era angustia, confusión, esperanza desesperada y demás, porque el drama minero es viejo y así lo dejaron asentado Jaime Dávalos y el Cuchi Leguizamón. La prueba está en el clic a la consolita de abajo con el Dúo Coplanacu.