13.8.05

«¡UY, DIO, QUE IRCERDIO!»




ALMAS VIRTUALES EN PENA DE CROMAÑON


Los servicios de UOL Sinectis, proveedora de Internet (IP) que supo tener sus cinco minutos, siguen sin normalizarse a casi una semana de habérseles incendiado totalmente las instalaciones de todo un piso en una galería céntrica, siniestro que provocó la muerte de un bombero y un policía.

El pasado domingo 7, a las 14:00 hora local, por las dichosas causas que se tratan de establecer, el sexto piso de la Galería Jardín, Florida entre Lavalle y Tucumán, pleno microcentro porteño, se prendieron fuego y destruyeron totalmente el equipamiento con que se provee de servicios de Internet como acceso a la red y correo electrónico a miles de usuarios. El día, la hora y lo escaso del personal en este tipo de casos, hizo que la evacuación aventara daños personales.

Al presentarse policías y bomberos, dos que estaban manipulando tubos de oxígeno para acceder al piso donde estaba el foco, de pronto se encontraron atrapados por algo más misterioso, como fue el cierre automático de todos los ascensores, a los que se pudo detener y recién lo hicieron en el siniestrado sexto piso.

Al abrirse la puerta, los dos efectivos, de alrededor de 35 años, estaban ya muertos.

La batalla sin cuartel de los dichosos IP hizo que UOL Sinectis estuviera últimamente acceso acotado al correo electrónico por POP3 a cinco pesos por mes, ganándose las simpatías de los de menores recursos y que todavía tienen módem de 56kb y acceso telefónico. Pero también brindaba banda ancha y se dio el caso de diarios del conurbano que el domingo, al llegar a las oficinas y querer acceder, misteriosamente rechazaba la clave y al apelar a la mesa de ayuda que debería funcionar las 24 horas, una computadora con un loop grabado les decía que todos los operadores estaban ocupados, un momento, por favor.

Este es el hecho más grave, pero en las últimas semanas las quejas de los usuarios, abastecidos por diferentes servidores, son de todos los calibres, ya sea por una velocidad ralentada de la que se culpa a los dichos virus, cortes abruptos de los que jamás dan explicaciones y menos que menos indemenizaciones por los daños que causan. Como tampoco el caso de cortes que durante dos o tres días y la factura siguiente, rigurosamente computarizada, se olvida de descontar lo que no proveyó, algo a lo que no se le puede llamar accidental y que entre dentro de los papirotazos de todo calibre y tenor que tiran a cada instante en la Sociedad de Mercado los pulpos cada vez más gordos.