"[...] SOMOS TODOS"
En una realidad que no existe por su negación simple y llana, o psicologizando todo bajo la cobertura de que todo es un sentimiento o eso es lo que decís vos. Está negado el acceso al conocimiento cierto. Pero, en todo caso, de insistir con sus derechos mata. Y más de una vez: la Argentina es un país donde se mata dos veces. Por las dudas. A falta de oposición se ha instaurado la tevé y la Diosa Inseguridad ha ocupado en la gente el espacio que hasta no hace mucho ostentaba el culto a la Virgen Desatanudos. El oficialismo existe gracias a esa falencia y aparte de la adicción incontrolable por él de que hace gala, la esencia clánica del país siempre es compulsivo que se salga a buscar enemigos de cualquier calaña y calibre. Identificación por el contrario, supo decir Hegel.
Está empezando a caer el sol en el viernes que es el prólogo del Fin de Semana Largo y ya las salidas de Buenos Aires muestran los atoches que repetirán, siempre vía rayos catódicos, desde el atardecer del lunes que es cuando vendrá el malón rodante con el tumulto de regreso. Muchos no volverán nunca. Por sus propios medios, se quiere decir. A lo sumo en una democrática bolsa negra de plástico, provista por el Estado, a tal punto que en algunas provincias es obligatorio, se multa la ausencia, si en el vehículo el dueño no lleva una bolsa plástica mortuoria, igual que el crique o las balizas; otros tantos quedarán postrados graves por el resto de su vida y una cantidad aún mayor gozará de una convalescencia a yeso y costuras varias. Del costo social del fenómeno no se habla y, en consecuencia, tampoco existe. Como que es la mayor casual de mortalidad infantil, ganándole de lejos a la disentería y otras diarres estivales. La otra franja que aflige es segando entre los 18 y 25 años. No hay que quejarse tanto: es el costo de disfrutar la vida en un país condenado al éxito.
La sucesión última de una serie de hechos que antes se los calificaba de policiales porque los solucionaba, efectivamente, la policía y hoy por hoy la policía ha pasado a constituirse quizá en el segmento más grave de esos hechos, no dejan de llamar la atención. El resultado, claro, como en el Autoexterminio Argentino que se mencionaba recién, es la muerte. Ahora bien: no cualquier muerte, que es lo más democrático que debe tener la condición humana, sino que también hay una cultura de la muerte que reside en la forma en que se produce y se la recibe. Por ahí es donde se ha colado la dichosa Inseguridad. Aquí no se pretende negar que haya secuestros, sino lo que resulta que gracias a los medios de comunicación masiva (MCM), con la tevé a la cabeza, se ha instaurado en cuanto medio pelo ande suelto que en cualquier momento todos no sólo podemos hipotéticamente ser víctimas de uno, sino que ya lo somos. Como en 1952, en plena carnestolenda peronista, que vino una cosecha mala y hubo que comer pan negro, de centeno, nosotros, El Granero del Mundo, faltaba más, y se clamó a los cielos que ahí se iba todo a la mierda, así no podemos vivir, no se puede seguir, como machaca la tele desde noticieros que son verdaderas tribunas proselitistas. Estos augurios se han repetido cíclicamente y lo seguirán haciendo. Ya el miedo colectivo está bastante introyectado y los resultados se conocen en todo el mundo: si estamos condenados a que cualquiera nos ataque, sobre todo si es pobre, y nos va a matar, lo que hay que hacer es matarlo primero. Pero siempre con la muerte como elemento común.
Ayer, sin ir tan lejos ni picar tan alto, el portero del edificio donde estoy, un santiagueño rozagante que toca el acordeón en las peñas estaba demudado:
-¿Has visto cómo está todo? No se puede estar en ningún lado. Los sábados a la noche no se puede ir ni siquiera a un restorán. Te mirás con el de al lado porque puede ser un chorro. ¿No te ha pasado?
-No. ¿Y vos cómo lo sabés?
-Vamos con mi mujer a comer por ahí, de vez en cuando. ¿Tú no sales?
-No, querido. Me jubilaron con la mínima. A nosotros no nos matan porque no justificamos ni el costo de la bala.
Los porteros tienen sueldos de profesionales, casa gratis, tevé cable y teléfono gratis. El sindicato ocupa media manzana en el casco histórico de Monserrat. Gimnasios, tres piscinas atemperadas, teatro, educación primaria y secundaria, salones de fiestas. Editorial de publicaciones periódicas y libros a todo lujo. Un proletariado aristocrático. Magias del peronismo porque la familia entronizada peor que Grondona en la AFA tiene hasta doble apellido.
La sucesión de asaltos llamados al voleo o no, con rehenes o sin rehenes, otro tanto. "Así no podemos seguir", se escucha a cada minuto. "Esto no es vida." Al 97% de estos patriotas estremecidos de lacerante conciencia el hecho violento, sangriento, mortuorio, más cerca geográficamente que le ocurrió se puede medir en decenas de cuadras. En cuanto a relación parental, el porcentaje se achica un poco, pero acá la racionalidad y las matemáticas, sobre todo después de la proeza evisceradora que está llevando a cabo sistemáticamente el INDEC, importa muy poco. Teorema de Thomas para todo el mundo: "No importa que sea cierto o no. La gente lo toma como tal y actúa en consecuencia."
Queremos justicia,
jus-ti-cia, jus-ti-cia
claman como energúmenos, estremecidos, mintiendo y mintiéndose, en marchas espontáneas, con cartelitos improvisados donde lucen duramente las fotografías de los seres queridos dados de baja, sistemáticamente todas las marchas después de las 18 porque es la hora de los telenoticieros con mayor audiencia y marcha que no se televisa es como juntar agua con un tenedor, y porque la impunidad y el llamado garantismo en realidad son formas renovadas de la corrupción que hace rato ha podrido el entretejido social, empezando por las autoridades. Anteanoche, entre el aburrimiento y la curiosidad, me acerqué a la Plaza de Mayo para ver la concentración llamada por los deudos de un joven modelo asesinado de la peor manera, si es que hay alguna que sea mejor, en Liniers, gracias a la generosa rampa de propalación de Telenoche, el noticiero de mayor audiencia y enfrentado con el gobierno a cualquier precio. La noche anterior, apenas un rato después de haberlo enterrado, su madre y hermanos frente al micrófono del móvil de Canal 13 entenderon sanamente que tenían chapa y representatividad, desde semejante dolor, para hacerle un llamamiento al pueblo todo, como se encargó de dejar bien claro la señora. Hasta que le habían asesinado al muchacho de 28 años reconocían que jamás habían ido a una de las marchas porque eran cosas ajenas que le pasaban a otros y ahora reconocían, pedían perdón, pero nos puede pasar a todos y el pueblo tenía que escuchar esa convocatoria y marchar a la dichosa plaza porque cualquiera podía ser el próximo, algo de lo que se tiene que tomar conciencia, primero que nada porque lo certifica la tevé que está mirando y no lo informa, lo contamina.
Recién había oscurecido y con suerte llegarían a 1,5 mil en un amontonamiento inconsistente, invertebrado, que no sacaba consignas si no letanías. En un bar de la Diagonal Sur el inefable TN del mismo multimedio ya hablaba de 3 mil y calificaba de multitud. La edición online de La Nación de hoy habla de diez mil. Están alineados en la misma cueva de zorro. Mi portero de uso oficial y exclusivo se indignó: qué diez mil, había mucho más, incluso mucho más que cuando Cristina llamó a una concentración.
-¿Cómo lo sabés?
-Yo sé por qué te lo digo.
Por supuesto, a esta altura del relato es obvio: no había ido ni en joda. Repetía lo que le habían dicho y ni siquiera visto en la tele sino contado su mujer porque como dice la inglesa Jeniffer Headgreaves, mirar la tele es un deporte reservado en esta sociedad a las mujeres. Anoche, con un beato compungido siempre por el país como Mariano Grondona, la buena señora ha agarrado papa de portavoz y llamó a otra concentración en la Plaza de Mayo, donde no sólo tenemos que ir el pueblo, sin distinción de banderías, sino que en cada plaza del país el resto de los compatriotas tienen que salir con la contundente arma ruidosa y dar un cacerolazo.
¿Un ciudadano medio de Calamuchita, de buena fe, a quién le va a creer? ¿A esta bitácora, que no la lee ni mi familia ni los amigos o la catarata de imágenes del multimedio o al preclaro matutino fundado por el general que nos encabezó en la victoriosa guerra con el Paraguay?
Resumamos: con generosidad extrema, pudo haber habido diez mil o más, potencialmente y contándolo varias veces, pero aunque yo haya llegado sano y salvo de vuelta, a cualquiera nos pueden boletear o secuestrar, el clamor de tanta buena fe bañada que ahora se está yendo para la costa indica que el clamor popular es por justicia, nada de venganza, que los agarren a los autores y, cándidamente, a cargo de las más amorosas madres, se pudran en la cárcel, sic, un odio redundante que no es necesario especificar porque contrario sensu de lo que dice la Constitución, en la Argentina cualquier puede cualquier riesgo pero jamás zafar del de pudrirse porque el régimen es inhumano, violador de los derechos humanos.
Hasta que, constando el lugar común, en el lugar menos pensado salta la liebre. Un atildado argentino, correctamente vestido de tal, con un pie en la jubilación si es que ya no puso los dos, tascó la cadena y largó afuera lo que todos los reprimidos callan y están clamando:
-Que justicia ni que carajo: pena de muerte -bramó-. Hay que matarlos a todos.
El Proceso. Entre los muchos recuerdos que uno acumula me vino a la cabeza aquella mañana soleada, en Francisco Acuña de Figueroa, casi Díaz Vélez, donde yacía un hombre cuarentón, casi todo el cuerpo sobre la vereda, apenas la cabeza algo erguida sobre el mármol del edificio de depoartamentos de dos plantas, que acaba de fracasar en el asalto de la joyería de barrio ahí a la vuelta y también en el intento de poner tierra de por medio con los policías que lo sorprendieron o le hicieron la salidera, vaya uno ahora a saber. No se necesitaba ser un perito criminólogo para darse cuenta que los primeros impactos lo habían solamente tumbado, hecho caer de esa forma y quizá al intentar erguirse y clamar piedad apoyar así la cabeza, a la que se la habían cribado porque el mármol tenía una aura sanguinolenta con bastante masa encefálica de por lo menos un metro y la sangre todavía no coagulada chorreaba por las canaletas de las baldosas rumbo al cordón. Lo habían asesinado, lisa y llanamente. Los pocos que se fueron arrimando lo empezaron a festejar ni bien entraban en confianza:
-A estos hijos de puta hay tratarlos así, como a los subversivos-. Se miraban con placidez, la hondura de las convicciones pone un gesto inconfundible en los rostros.
Ahora, bajo otro reinado peronista, donde por lo tanto confusión es lo mínimo que se puede esperar, la otra religión monoteísta vigente, como es la Encuestología, dice que un 49% aprueba la gestión de Cristina y que el resto la reprueba. Por otro lado, como dijo uno de estos astrólogos de las estadísticas, entre la gente bien, concepto que recalcó, un 67% aprueba sin retaceo la gestión de los Kirchner pero simultáneamente aseguran que el año que viene no los votan ni mamados. El intercambio de ideas, la sana crítica, es para otra. En la actual Argentina rige más que peligrosamente el alistamiento, la negación total del otro. En síntesis, a esto le suelen llamar guerra: mis aliados y yo tenemos razón porque estamos del mismo bando, todos los otros jamás porque son el enemigo y sólo poseen mis defectos.
Económicamente, a nivel supermercados, restoranes, ir a la cancha y al cine, rajarse por aquí cerca los fines de semana, mucho más si son largos, indican que transitamos otro veranito de San Juan luego de dos años donde hubo zozobra. Además, como claman desde el oficialismo, cuando van apenas diez meses del 2010, ya se han vendido más 0 kms. que en todo el 2009, cifra que ya marcó un récord. Sin embargo, testimonios al voleo e informes serios de periodistas extranjeros, se pegan la cabeza contra la pared por que no entienden de qué mierda nos quejamos los argentinos, pero se trata de pobre gente, inculta, zafia, que todavía no entiende que quejarse es otro Deporte Nacional, sobre todo cuando a uno le va más o menos bien, ni qué decir bien o muy bien y hay que camuflarse de la envidia, una ponzoña peor que la Inseguridad, sobre todo proveniente del extranjero porque nos quieren ocupar el país.
Ahora, aunque cuantitativamente no se esté frente a un fenómeno incontenible ni muchos menos, se debe prestar más que una santa atención a la cantidad de mujeres jóvenes rociadas con alcohol en el pecho y la cara para luego prenderles fuego y morir ahí o tras varios días de agonía. Es un fenómeno nuevo y preocupante. Como lo es las que súbitamente desaparecen después de un bochinche de entrecasa y se las traga la tierra. Cada vez más criaturas son víctimas de una violencia a todas luces injustificable cuando la violencia, en ninguna parte de la tierra, opera con las luces encendidas. La saña, alevosía y otros rebalses puestos de manifiestos en asaltos de morondanga, cuando mucho por un auto de alta gama, como se dice ahora, rematando a los dueños a tiros en la cabeza, casi a quemarropa, son indicadores de algo más que el aumento del índice de delitos y de autores. Una pista es la insistencia de las conciencias pequeño burguesas, con los periodistas que se dicen especialistas al frente, de los reincidentes en la comisión de estos hechos. ¿No se les dio por preguntar qué les pasó adentro para que salgan y todo lo que camina sobre dos pies, más que exterminado, debe ser deshecho?
No estamos en tiempos de grandes interrogantes, bordeando la metafísica cualunque, sino de la cruel obstinación de los hechos, como tienen la costumbre de decir desde hace mucho los sajones. La tilinguería de un gobierno claramente obsceno, abiertamente enfrentado a la Corte Suprema que quiso imponer y donde El Pingüino, como buen peronista o algo así, llama a los jóvenes a la transgresión, jamás a la revolución, porque los peronistas jamás serán revolucionarios, de quilomberos nunca han pasado, sirve para a mano como tenerlo beneficio de inventario pero no para explicar la vastedad y peligrosidad del fenómeno.
Antes que dejarla injustamente olvidada, la droga también está haciendo lo suyo. Las dosis tienen un presente efímero maravilloso. El fin siempre es el mismo. Además explica los súbitos enriquecimientos de una minoría que han hecho florecer countries, barrios cerrados, mansiones y demás en el norte del GBA. Las custodias privadas constituyen, sin exageración, un verdadero ejército que nadie se ha animado a auditorear contablemente. Días atrás, en otro hecho televisable, apareció en la pantalla que la víctima practicaba el culto de San La Muerte y aparecieron unos umbandas, sacerdotizos o quiera llamárseles, que efectivamente se presentaron como devotos y pregonadores del culto, pero que nada que ver con la delincuencia, aseguraron. Es muy posible. Más allá de cualquier opinión parecía gente sincera y por salir en una cámara hoy día se hace prácticamente cualquier cosa. Los osados movileros de la tevé presentaron la novedad como el culto de la nueva delincuencia antes de salir de raid o safaris y poder volver con vida. Los que quieran saber un poco más sobre el asunto se pueden dar una vuelta en lo que se sabe del tema.
Como mucho más preocupante y claramente emblemático aparece el caso del chico Matías Berardi, de 16 años, al que secuestraron al amanecer en un cruce de rutas, cuando volvía de un baile, como si le pidieran un cigarrillo, arrancaron pidiéndole al padre, un veterinario especializado en caballos de polo, todos de un barrio residencial del GBA zona norte, 500 pesos de rescate y horas después habían subido las exigencias a 6000, pero al otro día, en un descampado cercano, el muchachito aparecía muerto de un tiro de 9mm. en la espalda, descerrajado después de haberlo hecho poner de rodillas. Cuando se supieron los pormenores empezaron los escalofríos. Verdaderos iniciados en la materia, mucho más esta especialidad, durante las horas que lo mantuvieron vivo, anduvo rotando de casa en casa hasta que en la última, una gran herrería, se pelearon entre ellos porque no tenían libreto para seguirla y el chico, que estaba desatado, aprovechó para fugarse. Era una barriada humilde. Gritaba desesperado que lo ayudaran, lo habían secuestrado, dónde estaba, y en su persecución salieron las mujeres de los autores que de manera automática encontraron el antídoto: gritaron al unísono que no le hicieran caso, era un chorrito que las había querido robar y las ventanas y las puertas se entraron a cerrar. Un remís que acababa de dejar un pasajero y que el chico alcanzó a manotearle una manivela, salió arando. Más de un vecino de buena conciencia ayudó a los varones a recapturarlo y los otros lo subieron al auto en que habían salido a darle caza, agradecieron los patrióticos servicios prestados, lo cargaron, lo transportaron hasta el lugar descampado y lo despenaron sin más trámites.
Matías Berardi es la primera víctima, ahora sí, de la Inseguridad como ideología impuesta por el terrorismo informativo y la necesidad, el deseo, de ser alguien gracias a un enemigo que nos acosa, que quiere quedarse con lo nuestro aunque apenas tengamos una pava para el mate. Pero además, es la introyección del pánico de los que tienen porque manotearon en el barullo de corrupción y viven temerosos de que la dichosa Justicia reclamada sea algún día cierta, los expropien y terminen en chirona. En el colmo de los colmos, salió a la luz que por lo menos desde hace una década en varias provincias no destacadas por su riqueza natural y desarrollo hay policías infantiles, cursos virtualmente truchos para formar canitas desde la más tierna infancia.
El famoso Fulano de Tal somos todos que se corea para identificarse con la víctima en el trágico fin dio un giro macabro. Los Fulanos de Tal capaces de convertirse en cazadores y verdugos de ocasión para expiar culpas de falsa conciencia, de todo lo que sabemos, tenemos a mano y nos falta coraje para erradicarlo, con una clase dirigente que además de corrupta es penosa, eso es lo que somos todos y hacia donde realmente se quiere ir. ¿No se dan cuenta que la inseguridad está en todos lados? Bertold Brecht escribió, totalmente al pedo por lo menos para estas latitudes, que no hay nada más parecido a un fascista que un pequeño burgués asustado. [AR]