26.10.10

SE APAGAN LAS LUCES Y SE VAN LAS VISITAS

Como en el tango, ellos también ya entraron en nuestro pasado. Ayer, poco después de las 10:30, un impresionante bus con aire acondicionado los dejó sobre la calle Agustinas, cruzaron toda la Plaza de la Constitución acordonada de rejas para que los ovacionaran un puñado de 200, 300 a lo sumo, entusiastas compatriotas, e ingresaron a una engalanada y emperifollada Casa de la Moneda por la parte de atrás. Se constituyeron en un fenómeno tan singular que un matutino ascético, poco propenso a los efluvios literarios como La Nación de los Mitre, su corresponsal en Santiago, vaya a saberse afectado por cuál súbito y transitorio mal hizo el despacho de este incidente de la siguiente forma: Vestidos formalmente, de saco y corbata, los mineros fueron aplaudidos como estrellas por cientos de personas que se congregaron frente al palacio presidencial para verlos caminar por la larga alfombra roja que atravesaba la céntrica plaza de la Constitución. Después de esto volver a mirar la foto que abre esta entrada por lo menos hace recorrer un escozor.
No es un furcio ni un resbalón menor, sino un dato a tener en cuenta. Como sea, sobre la alfombra producto de alucionaciones o el piso de común de la plaza, ingresaron al viejo Palacio de Toesca, donde se acuñó la primera moneda del nuevo continente, y tuvieron un aparte con el presidente Sebastián Piñera en el primer piso y luego bajaron a una insulsa ceremonia oficial, como toda ceremonia, donde arrancaron con el himno, se dijeron las palabras que se dicen siempre, recibieron ofrendas y las condecoraciones como Héroes del Bicentenario y de ahí se fueron al Estadio Nacional de triste memoria a darle rienda suelta al populismo y la terminaron como la tenían que terminar, esto es, con chivito asado.
Como paliativo, claro, a la tarde ligaron una moto de diez mil dólares cada uno, pero ya están empezando a acusar los golpes de los excesos del alcohol y la incertidumbre de un futuro amenazante a pesar de todas las regalías después de tanto sufrimiento y heroísmo. Los 33 han puesto su nombre en la historia. En la de Chile y en la del mundo. De esto no se puede decir nada. Pero como 33, no como personas. No se trata de buscarle la quinta pata al gato, pero desde el 13 de octubre, cuando las 1.200 millones de personas por tevé quedamos con la boca abierta y los ojos llenos de lágrimas al verlos emerger de la tierra no hubo un sólo minuto de silencio para los 55, a secas, sin mayúsculas ni resaltados, compañeros que ya estaban abonando la tierra en lo que iba del 2010, producto de otros derrumbes a lo largo del mapa chileno. De ellos no se acordó nadie.
El multimillonario Sebastián Piñera es un personaje bastante singular y tiene una particular propensión a meter la pata. En la gira previa que se mandó con Europa su mujer le tuvo que llamar la atención y que la terminara con andar sacando del bolsillo el papelito original que escribió con marcador el minero José Ojeda y ya célebre frase ESTAMOS EN EL REFUGIO TODOS BIEN LOS 33. En la agitada noche del 12 de octubre, cuando ni siquiera se pudo hacer un beta test con la Fénix 2, otra vez Cecilia Morel, su mujer, lo tuvo que parar discretamente en seco porque se la pasaba preguntando entre los rescatistas si la cápsula era segura. Se quería mandar: "Un presidente tiene que estar siempre primero", trató de argumentar y no se tiene registro de la réplica conyugal, pero al él se le fueron los delirios de llegar como El Llanero Solitario a 622 metros de profundidad con hombres que habían roto contacto con la realidad hacía 69 días. En Alemania le tendrían que haber dicho que una de las materias grises del nazismo advirtió que la repetición del estímulo causa la cesación del estímulo y que la gente ya tenía los quimbos llenos con el asunto. Estaba banalizando una proeza para sacarse una foto más. Y viene, para el colmo, en una de las paradas, y le zampa al libro de visitantes: Deutschland über alles, nada menos que el comienzo de un célebre himno de la época de Hitler y tuvo que terminar pidiendo perdón. Repartió a rolete piedritas del fondo de la mina, haciéndose el sota y no diciendo que son rocas testigo del filón de oro que se llevó por delante la T-130 cuando horadaba sin parar para llegar lo antes posible hasta donde estaban Los 33. En el discurso del Patio de los Naranjos se acamaló en los lugares comunes porque la oratoria evidentemente no es su fuerte y para hacerse el mundano, el hombre común cuando figura 477º en la lista exclusiva de Forbes, viene y le sacude como testimonio de sus emociones que cada vez que iba al Campamento Esperanza y estaba con las mujeres de los mineros se le estrujaba el cuore. Ya venía embalado, trastabilló y dio de hocico en el piso: "Si mi mujer me quisiera la mitad sería el hombre más feliz", sacudió sin anestesia la potrillada que empalideció a la tropilla de cuicos que lo rodean. La muy paquetona y sobria Cecilia Morel estaba sentada un poco atrás y el micrófono registró claramente la réplica: "Métete 700 metros bajo tierra y ahí te vai a dar cuenta cómo te quiero." Lo tuvo que repetir por micrófono para toda la concurrencia y fueron para ella las risas y los aplausos. El furcio ya formaba parte del folclore junto al rescate.

Claro, tenía que reiterar los tics de político e insistir en que a partir del 5 de agosto, que fue cuando por fin se vino abajo la San José y dejó a Los 33 respirando tierra con 40º de temperatura y 90% de humedad durante 69 días porque Dios se acordó de ser alguna vez chileno, que va a cambiar drásticamente la condición de todos los trabajadores de su país. Exacto: hasta que se derrumbe otra mina, se venga abajo un andamio o una máquina le trague un brazo a otro obrero. Porque al ratito, como lo grafica para siempre el video que se linkeó más arriba o se detalla en otro lugar, en la payasada futbolera nada menos que en el Estadio Nacional que supo ser campo de concentración pinochetista los primeros días después del 11 de setiembre de 1973, con la triunfante copa en la mano le recordó al buenazo de Franklin Lobos, ex jugador profesional que supiera integrar la selección, que tal como estaba convenido, el seleccionado oficial, que jugó obviamente luciendo los colores nacionales, volvía a La Moneda y ellos, los trabajadores, "al fondo de la mina", como para que no hubiera dudas, "y los volvemos a rescatar", volvió a meter la pata hasta el cachete.

Hace poco todos los funcionarios tuvieron que presentar la declaración jurada de sus bienes. Sebastián Piñera no es ninguna excepción. Tal como venía, desde la tevé, el ex presidente Ricardo Lagos lo agarró de sobrepique y lo dejó tieso para otra fotografía: "No declaró todo el patrimonio que tiene. Se olvidó hasta de poner la cosa donde vive."

En una de esas está mal medicado. Los 33, juntos con los rescatistas, salieron de La Moneda y se fueron como criaturas a ponerse junto a la Fénix 2 que los había sacado literalmente del pozo. Algunos hasta lagrimearon porque desde la madrugada del 13 de octubre último que no la veían y por cierto que las circunstancias eran muy diferentes. La querían tocar, constatar que en ese supositorio de metal había ascendido desde el infierno. Realmente se sacaron lo que se denomina una foto de plaza, bien pajuerana, riéndose, en una de esas lo más valioso y sentido que se llevaron después de haber vuelto a la vida.

A esta hora todos ellos ya se desparramaron, todos los protagonistas han sido achatados por lo cotidiano y Chile tiene que volver no sólo a los restos de la demolición del terremoto y tsunami de febrero último sino a su dura realidad que por más que todo el neoliberalismo triunfante y la prensa mundial, la argentina incluída, los ponga como los benjamines del monetarismo, es el país sudamericano con mayor desigualdad social. No se puede negar los saltos que han dado en los últimos años, pero esto es sólo indicativo del estado en que estaban antes.

El balance final lo hizo el propio Piñera, a su estilo, pretendiendo inaugurar que la humanidad tiene desde ahora nueva forma de hacer las cosas, a la chilena, dice, que consiste en unirse todos en la adversidad y tirar parejo para salir adelante porque los japones y los alemanes, después de la segunda gran guerra no lo hicieron, y también algo que le es muy caro a su ideología: decir Chile y decir 11 de setiembre ha pasado para el recuerdo porque están Los 33. No tiene suerte. La senadora por Atacama, donde ocurrió la desgracia con suerte, es Isabel Allende, hija del Compañero Presidente, del que dijo que iba a pagar con su vida la lealtad de un pueblo y lo hizo.

En el magro y convencional mensaje oficial, el Berlusconi chileno, como lo chicanea la oposición, no reiteró la verdad inconstrastable que ya se palpa: Los 33 nunca van a volver a ser los mismos, incluso Chile ya no va a ser el mismo. Un pueblo curtido en la tragedia y la pobreza, con una envidiable y más que resaltante conciencia nacional, cultor de la belleza, tierra de poetas y vino, ha sacudido a la humanidad entera dos veces en poco menos de medio siglo. No es moco de pavo.

Ahora te toca a vos, Sebastián, cumplir con taponar los buracos que tiene la injusticia social de tu pueblo. La historia te está esperando. Por lo pronto, sin ser argentino y menos peronista, no pudiste cumplir con el protocolo y sacar a los mineros a los balcones engalanados de La Moneda. Los 5oo empleados de la Cadena de Farmacias Ahumada, la más grande en Chile, en huelga desde hace tiempo, con cacerolas y vuvuzelas, hacían mucha bulla, aprovechaban la volada para tener cámara y se habían hecho presentes porque ellos también son chilenos y trabajadores y tuvieron hasta que cortarle el audio al canal que forma parte de su patrimonio y tratar de disimular la irreverencia.



Para cerrar, aunque la mediatización, el reality show y algunas otras pavadas borró de la faz de la tierra, por ejemplo, hasta el nombre de Violeta Parra y su Gracias a la vida, le ponemos un broche de eternidad a lo que ya se empezó a diluir. La música, claro. Y qué mejor que Mercedes Sosa cantando música chilena.




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