«NO LOS UNE EL AMOR, SINO EL ESPANTO»
El sábado 2 de junio, neblinoso, algo inclemente, tristón, un cuarto de millar de barrabravas de varios clubes, con los de Defensores Belgrano a la cabeza, marcharon pacíficamente sin ninguna custodia policial a la vista para protestar por el asesinato de Fernando Blanco, fallecido el lunes anterior luego de dos días de agonía, luego de ser brutalmente apaleado con otros correligionarios al término del partido que jugaron para la tevé, al mediodía, en cancha de Huracán, contra Chacarita Juniors, y haberse ido al descenso.
Al acto, convocado para repudiar la atávica represión y solicitar que se aplique la ley en serio sobre la versión oficial de la Policía Federal que asegura que el chico se quiso tirar del vehículo de trasladar detenido, sic, en singular, como dijo el mismísimo jefe de la fuerza ante el presidente de la república, en un acto oficial para homenajear a los uniformados caídos en cumplimiento del deber, e insistió en que se dio la cruel fatalidad que dio con la nunca en el asfalto.
Hay un video que muestra cuando a Fernando lo llevan entre varios efectivos uniformados, de los pelos, brazos torcitos atrás, y lo van apaleando como se le daba a las sábanas de antiguo para lavarlas a orilla de los ríos.
Al acto ni concurrieron ni enviaron su adhesión la AFA, la AAA de los árbitros, como tampoco FAA, el único sindicato de cuentapropistas, como es el jugador de fútbol profesional, gremio que singularmente está dirigido desde siempre por los jubilados, ya que su cúpula dirigencial son jugadores retirados. Aunque sea por la negativa, como fue la esencia misma del acto, tamañas ausencias, además de previsibles, fueron la mejor de las presencias: marcan la diferencia en el protagonismo y quién es quién. El jeque vitalicio de Viamonte al 1300, tesorero de la FIFA, Julio Humberto Grondona, se encontraba en Holanda en ese momento, junto a los chicos de la Sub 20 que se trajeron otro título, y del brazo con el príncipe que es el marido de la Zorriqueta. Nacido y criado en Sarandí, formado en Independiente junto a un puntero como Herminio Sande, con su hermano Héctor formaron el Arsenal Fútbol Club, en 1956, y además de presidente, fue el primer jefe de las barras fuertes de ahora. Se cansó de abollar contrarios y su hermano, incluso fajar jugadores de las divisiones inferiores de los contrarios y jueces en los vestuarios. Don Julio es el CEO de un gran negocio multinacional. Es totalmente inútil pedirle la adhesión para el asesinato de una criatura NN, que no tiene más parentezco con él que la de haber nacido en su mismo país cuando la patria real del jerarca es la cuenta corriente de la multinacional del entretenimiento global más rentable y efectivo en todo el capitalismo, particularmente luego de la irrupción de la Sociedad de Consumo.
Los lacrimógenos y populistas de toda laya hasta quisieron enjugar un lagrimón virtual de ver a bravos que son capaces de darse hasta la extenuación en una cancha y alrededores marchando con el pedido de justicia de un joven todo indica que muerta por el salvajismo policial imperante. Se olvidan que Ezequiel Martínez Estrada también era argentino y que en el capítulo Estadio, de La cabeza de Goliat, establece la división clánica de la sociedad porteña en particular, su correspondencia con clubes de fútbol aunque no siempre coincida la división con lo geográfico, y que entre los clanes el elemento aglutinante no es valores y sentimientos compartidos sino la existencia de un enemigo común. El norteamericano/inglés Bill Bufford, luego de pertenecer cuatro años a la barra del Manchester Unided, dejó indeleble testimonio que si hay algo que los gatilla, los une y los manda al frente es la aparición de uniformados, así sean bomberos o miembros del Ejército de Salvación.
Pero si en Argentina no nos escuchamos entre nosotros, menos vamos a escuchar a los de afuera, que encima que no nos comprenden, piensan como europeos, y cada vez se montan más gigantescos Operativos Policiales, sólida y pesamente portando armamento de guerra.
A todo esto, en la misma página de lo sucedido con el jugador de San Miguel, consignado en otra parte de esta bitácora, al reseñar el acto oficial donde el presidente de la Nación y el jefe de la Policía Federal hicieron explícita referencia a lo sucedido con el chico de Fernández Blanco, el matutino progre Página 12, insiste en despacharse con un total de 172 muertos por la violencia del fútbol. Aclara que toma en cuenta desde 1939, cuando -sin explicarlo, por supuesto- en la cancha de Lanús la bonaerense a mansalva mató a un chico de 9 años y a un obrero español de 42. Lo que sucedió en la Copa América de noviembre de 1924 debe haber sido en un partido de waterpolo (ver trabajo sobre el tema cliqueando el subrayado) y al igual que La Nación, verdaderos precursores en podar estos listados trágicos, curiosamente de los dados de baja por la policía, llegan a cualquier número en esta tómbola siniestra que si se parte de lo sucedido en Montevideo ya bordea los 240 y 12 menos si se contabiliza desde la aparición de la violencia futbolera como modo y medio de vida, profesionalizada e institucionalizada, a fines de los '50. Pero estos ciudadanos de la Reina del Plata, por anchas o por mangas, derecha o izquiera, no cuentan además a las víctimas de los torneos del interior, entre los que incluso hay un policía tucumano. [AR]