14.7.05

«SI EL HOMBRE SE VUELVE MALO...

...AL HOMBRE LO LLAMAN PERRO.»

Cantó desde hace mucho Horacio El Cabezón Guarany en un preciosa milonga campera. Pero al igual que en la flemática Albion de Oscar Wilde, en esta parte del Primer Mundo la realidad también imita al arte, el domingo pasado, en dependencias de la Sociedad Rural Argentina, se estaba llevando a cabo el domingo 10 de julio pasado nada menos que el Campeonato Mundial Canino, especies de todos los tamaños, colores y pulgas, brillosos los cabrones, en un hermoso ejemplo de lo democrática que es la naturaleza y de los nobles sentimientos humanos hacia los pichichos, ni una galletita para la cantidad de péndex que se mueren de hambre y aspirando neoprén.

Bien. Llegado el turno del paseo de los ejemplares del dogo argentino, una raza especial de la que nos enorguellecemos, conseguida verso a verso, gen a gen, polvo a polvo, porque es más criolla que el chingolo, pichicho tamaño baño, de pelea, casi se podría decir que asesino, no de trabajo, utilizado en la noble práctica de las peleas de perros que con gran despliegue se llevan a cabo en la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero y algún que otro lugar, nada de ilegal en un país como el nuestro, con autorización policial no se sabe al cuánto por ciento de la recaudación, apuestas fuertísimas; paseo riguroso, tenidos por unos ñatos fornidos para que las bestias no se zarpen cuando todo indica que en un Operativo Comando perfectamente sincronizado, de por algún lugar del ruedo se soltó un mastín de la misma raza, sin cadena ni bozal y, fiel al instinto, encaró a los jetones que iban sujetados por sus dueños y les entró a sacar pedazos considerables y bien sangrantes. Los agredidos, al ver que sus tiernas criaturitas iban a quedar fraccionadas, tirando a carne picada para hamburguesas de alguna multinacional famosa, los soltaron para que se defendieran y se armó un quilombo de ladridos, gemidos de dolor por alguna oreja menos o medio hocico recortado en una plástica no pedida, gritos de perros y humanos, algunos dementes tratando de separarlos cuando al propio le iba a mal y con el riesgo que el mejor amigo del hombre le muerda la yugular, hasta que para calmar todo, desde la tribuna, como parte del plan orquestado, voló una granada de gases lacrimógenos.

Aquí se puso más entretenido. Porque todavía se sigue batiendo el parche de lo sucedido a fines del año pasado en República Cromañón, clausuraron hasta las cabinas de teléfono por falta de seguridad, y las puertas de salida del pabellón no se abrieron, las bestias feroces y carnívoras lloraban como mariquitas de velorio, a mares, no había stock de Kleenex que alcanzara, ni qué decir los dueños, que rompieron a patadas y trompadas, vidrios, ganar el aire libre, salir de la humaredad con los cachetes íntegros y los talones de Aquiles sin ningún tarasca y una vez afuera, el segundo round, claro.

Para volver a calmar todo casi tuvo que intervenir la Armada con algún crucero y guardacostas, misiles agua-tierra listos por las dudas. El SAME, los muchachos de la Federal, bomberos, curas de una parroquia cercana para tratar infructuosamente de salvar algún alma que tenga algo rescatable porque en la etiología del balurdo que derivó que derivó en el aquelarre fue que la cúpula entendida de la competencia, considerada de máximo nivel en el mundo de los perros, con todos los ojos del mundo mirándonos y los bichos encima meándonos cuando poste y árbol encontraban en el camino, como si ya no estuviéramos miados por los perros, que encima vengan de afuera, los jurados por motivos que se tratan de establecer ralearon a los gloriosos e incomparables dogos argentinos del certamen.

Apartheid a todas luces. Nos envidian en todos lados y nos garcan en nuestra propia casa y en nuestras propias narices, parece que aliados con los criadores locales de caniches categoría pulga gorda, patrocinados por una multinacional de alimentos balanceados que están en la contra y quieren copar la parada. Porque que atrás hay una mano negra, entretejida con una conjura internacional de proyecciones incalculables, a nadie le puede caber dudas.

No se aclaró bien si porque no los consideraro no perros aunque ladren, si es porque se niegan a comer Dogui y sólo aceptan carne humana, pero los marginaron. Dogos argies, go home! A la cucha, cuzcos de mierda, raza Puro Perro inflados con esteroides anabólicos, como los pato vica. A papá venir a hacerles eso y jugando de local, encima después que los bazucas nos pintaron la cara en Holanda, no, macho: Operativo Granada de Gases y a otra cosa.

Hubo varios heridos, todos leves. Los perros se quedaron con una calentura de aquellas porque la querían seguir, sobre todo estando el campito abierto de Palermo a un paso, lleno de árboles, meta tarascón y patita levantada, y se tomaron las medidas del caso, clausurando la muestra, lo del papelón a nivel ecuménico dejémoslo de lado porque tenemos más de éstas que indio muerto. Aparte, por supuesto, en un estado de derecho, de la briosa intervención de la autoridad competente que ya ha abierto las actuaciones correspondientes e iniciado las investigaciones para llevar las cosas hasta las últimas consecuencias y que responsables y culpables reciban el castigo condigno y merecido, como puede ser condenarlos a pepetuidad, palita y escobita, levantar las toneladas de mierda con que la moda de tapas los complejos de culpa con mascotas enjabonan las ya hechas mierda veredas de la Reina del Plata.

¡Guau!

«Si el hombre se vuelve malo, / al hombre lo llaman perro», ya cantó Horacio Pueblo Guarany, anticipándose a los tiempos de decadencia por venir.

A ver, un huesito por ahí, sivuplé.