9.6.05

A ARCHETTI NO LO OLVIDAN EN SU PAGO NATAL





MUERTE DE UN SANTIAGUEÑO EN NORUEGA

Esta mañana murió Eduardo Archetti en Oslo. Antropólogo y sociólogo itinerante, como gustaba presentarse.

Mas allá del merecido reconocimiento internacional a sus aportes académicos, era, sobre todo, un prodigioso escritor. Los mundos de sus narrativas fueron enriqueciéndose y ampliando con el paso de los años: los campesinos y chacareros, los rituales de la cocina y la comensalidad, los misteriosos procedimientos de la escritura antropológica, las diversas patrias del deporte, las ceremonias del tango, la construcción de la masculinidad, el destilado de malbec como afirmación cultural, las certidumbres y perplejidades de la identidad nacional.

Quienes tuvimos el privilegio de frecuentarlo queremos dejar testimonio de algunos datos para un perfil de su fisonomía espiritual: Lali Archetti era un personaje entrañable, generoso como nadie, degustador y orfebre de exquisitas comidas y tragos inolvidables, que publicó un libro de poemas, Las líneas, a los dieciocho años, y que siempre sostuvo que la poesía constituía un recurso de conocimiento inagotable y la única forma expresiva que no podía ser desgastada por el tiempo.

Sus amigos varones siempre fuimos un tanto envidiosos de su magnético poder de seducción con las mujeres, cuyo logro máximo fue, sin duda, su bella esposa Kristi Anne, que además es talentosa y habla un sorprendentemente perfecto español con acento santiagueño.

Sus restos serán sepultados el lunes en Noruega, y seguramente Lali estará observando atentamente y tomando nota de los rituales y ceremonias de sus exequias.

Desde esta cuarto situado a dos cuadras de la casa donde transcurrió su infancia y adolescencia, extiendo una mano y deposito sobre su tumba una florecida rama de Santa Rita del otoño del norte de Argentina.

Carlos Virgilio Zurita
Universidad Nacional de Santiago del Estero
Junio 5 del 2005

[N. de la R.] Este TXT circuló originalmente vía mail entre colegas y comprovincianos. Un amigo común lo reenvió hasta El Tío Sol y por la misma vía se solicitó la correspondiente autorización al autor para hacerlo público y tratar de ganarle al tiempo esa pelea tan dura que es la muerte. Con amabilidad, sentimiento y fina gentileza la respuesta no se hizo esperar. El doctor Eduardo Pedro Archetti se merecía algo así porque no perdió la tonada hasta el último estertor y su pago natal fue una espina en el alma que no se pudo sacar nunca a pesar de una rutilante carrera académica, las panzadas de fútbol con colegas europeos de todo el MCE en Glasgow para todos los clásicos Rangers-Celtic, las idas a Milán a ver las superestrellas de Berlusconi o disfrutar de Enzo Francescoli en medio del Estadio de los Príncipes, en el paquetón y parisino Bois de Boulogne. Nuestro agradecimiento en este caso es doblemente especial.