10.6.05

¿LES FALTA MEMORIA? ¿Y SI AGREGAN RAM?

LA TEVE ES AHORA; DESPUES LE FALTAN RECUERDOS

El salteño y socialista Carlos S. Fayt lleva 22 años como miembro de la Corte Suprema y tiene 86 de edad porque nació en febrero de 1918. Los movileros de la tevé que últimamente lo tienen como cliente exclusivo, miembro del elenco estable, se empecinan en decir que tiene 84. ¿Hizo bien cuando no los dejó entrar en Tribunales porque la camarita no es un medio de comunicación y encima les escribió un libro para demostrarlo?

Su nombre para el máximo tribunal del país comenzó a sonar junto la figura entonces en alza de Raúl Alfonsín y la catarata de muertes en las tribunas, luego de la rendición en Malvinas, lo encontró haciendo prensa hasta en La Voz, el matutino que con algunos dinerillos de la guerrilla regenteaba el finado Vicente Leónides Saadi y de abrazo derecho, pistola 9mm al cinto paseándose por la redacción, su comprovinciano Angel Luque, El Gordo viejo, porque después vendrá el Gordito en todo el zarandeo de María Soledad Morales.

Como el doctor Fayt también mostró siempre su afición por la sociología, doctoralmente repartía interpretaciones sobre el mencionado fenómeno violentista con el argumento que eran reflejo de la época atroz que se acaba de pasar, y como el periodismo compra cualquier buzón y después ni siquiera le cambia el envoltorio, nadie se acordó de recordarle que las mencionadas ya tenían chapa en 1959 y que en 1967, en los mismos Tribunales que él ocuparía desde tan alto cargo, habían metido la mano hasta el fondo del pozo, por única vez, y encontrado de qué se trataba, a quiénes servían, cómo y cuánto les pagaban, cuál era su función.

En 1986, la Fundación Konex, una institución sensible a todo lo que suene y sea establecido, le otorgó el Premio de Platino en el rubro Ciencias Políticas. Más allá de cualquier otro juicio de valor, era su consagración. Como integrante del máximo Tribunal jamás encontró reparo alguno a la inconstitucionalidad de las leyes del Punto Final y la Obediencia Debida. Es más: el martes 14 de junio del 2005 fue el único de los 9 miembros que votó en contra de la esperada, demorada y masticada decisión. Los otros dos sobrevivientes que quedaban, el recién renunciante Belluschio se abstruvo prudentemente, a punto de irse, y Petracchi, presidente del cuerpo, dio una vuelta campana y lo que ayer era constitucional hoy ya no lo es. Pasaron apenas dos décadas. Como en el tango que cantaba El Morocho, veinte años no es nada y febril la mirada...

El desbarranque de su camarada en la internacional socialdemocráta, en 1989, virtud de un a todas luces golpe de Estado marketinero, no lo afectó en su estabilidad. El desembarco de tropa de los llanos de La Rioja tampoco. Menos el adosamiento de comensales en la mesa. Más aún, en pleno apogeo del corso menemista, un despelotito por acá, un quilombito más allá y una corrupción larga que baja y se pierde, el doctor Fayt llamó a conferencia de prensa en el Palacio que está frente a la plaza Lavalle y no permitó el ingreso ni de cámaras ni de movileros. «La televisión no es un medio de comunicación», hizo saber a través de portavoces. Los adalides de la libertad de expresión, derechos humanos, a la información, libreempresismo y demás, intentaron algún que otro vagidito, pero en lo fundamental se fueron a baraja. El Martín Fierro, digan lo que digan, sigue vigente: «Hacete amigo del juez y no le des de qué quejarse./ Siempre es güeno tener palenque ande ir a rascarse...» Y sigue con lo de la telaraña que entrampa animales chicos, pero que los grandes la pasan como alambre caído. Para colmo, al tiempito después, con el sello de una más que tradicional editorial en materia jurídica como es Depalma, hizo su aparición La omnipotencia de la prensa. Su juicio de la realidad argentina y los Estados Unidos. Ya era 1994 y el horno no estaba para bollos. Afanar, sí, todo lo que se quisiera, pero no darle al contundente volumen, bien grueso, donde se pretendía demostrar racionalmente que efectivamente la tevé no era un medio de comunicación masivo.


La estampida del Chupete, el corralito, una devaluación del 300% ya hace tanto tiempo que tampoco nadie se acuerda. A los tumbos y más por miedo a lo peor que por otra cosa, fue llegar al sillón de Rivadavia de un ex escolta de la Tendencia, el santacruceño Néstor Kitchner, y no tardara en tocar a degüello vía cadena nacional, sin tomar en cuenta que la tevé no es un medio de comunicación, y entraron a rodar cabezas. El primero en pasar a pato de la boda fue Nazareno Cruz y el Lobo, no justamente en la versión del peronista Leonardo Favio, sino un ex policía de la tierra de Facundo y el Chacho con un carrera meteórica y maravillosa, como hubiesen dicho Borges o Bioy Casares, cualquiera de los dos, total eran a cada cual más gorila. Se sabía que la cosa daba para más, en Argentina se tarda pero cuando se empieza no se anda con chiquitas y para colmo no va que por esas circunstancias le toca ocupar temporariamente la presidencia, y el doctor Fayt, desde el primer día, como si nunca hubiera dicho nada, pasó a ser una estrella invitado de cuanto noticiero de tevé ande por ahí, aire, cable, lo que sea.

Siempre circunspecto, amable, conciso, para nada petardista, como si acá no hubiera pasado nada. Rigurosamente parejo como tenista sueco. La Argentina está hecha con tantos olvidos que un día se va a levantar, no va a recordar que una vez quiso y pudo ser país y se va a convertir en una pompa más del poeta español. Nunca nadie recordó el episodio ni el tratado, si cambió de parecer o el parecer lo cambió a él, si es otra la tevé o ya los medios de comunicación no son tales, sino apenas un cuarto, lo cual sería francamente una exageración imperdonable en alguien tan medido como el salteño socialista.