«Los lazos de paternidad están podridos»
El domingo 19 de junio, como todos los terceros domingos de todos los junios, es el Día del Padre. Ya que estamos, felicidades para todos los que lo son y para los que todavía lo tienen. Aparte, difícil que pase inadvertido tan magno acontecimiento en una sociedad donde todos cada vez tienen algo más para vender y cada vez son más los que tienen menos para comprar algo, aunque sea chicles masticados. Además, los aluviones publicitarios son insoportables. Hay testimonios ya certificados de gente que ha denroscado la pasta dentrífrica y de adentro le salió un celular en miniatura en 116 cuotas y 30 días gratis de pruebaa, abonable con cualquier tarjeta, así sea la de visita.
En condiciones absolutamente normales, civilizadas, estables, un curro comercial más en una Sociedad de Consumo que consume. Nada para extrañarse. Pero el mundo que vive el mundo esa sociedad y particularmente la Argentina, en franco estado de desbarranque y disolución, preguntarse cómo andan los lazos de paternidad y qué se festeja realmente no es muy ocioso.
Alguien tan poco sospecho de estar contra el capitalismo como es Alvin Toffler, ya advirtió muy seriamente en El cambio de poder, escrito sobre el borde de la caída del Muro de Berlín, que el sistema cambiaba la naturaleza de las corporaciones, donde éstas han reemplazado a la familia nuclear, particularmente a la figura paterna, si no todavía se iba a ir francamente a la mismísima mierda. Por cierto que el juicio crítico del socioanalista norteamericano es poco más fino, no tan expedito ni guarango, pero no menos contudente. El se limita advertir desde lo que su óptica advierte que puede llegar a suceder. Y no. Respetuosamente no, Mr. Toffler. Ya sucedió y es irreversible.
Vayamos a ejemplos a mano que nos tienen patilludos. La exaltación mediática del valor de la familia, por ejemplo, sin hablar de las porcachonadas de los discursos oficiales y ni qué hablar de los políticos de oposición, y ni hablar las irritaciones que produce el seudo conflicto con los gays, del que nos ocupamos en nota aparte. Al igual que la administración de justicia, la policía y los partidos de fútbol, nadie hablaría tanto de la independencia del tercer poder, la probidad de los magistrados, las manos con uñas cortas y camisas arremangadas si no fueran lo que son. No se andaría levantando como terreno ideal una policía que mata y después da el alto, es parte del problema del Delito Organizado y no su solución, coimea hasta los pajaritos. Tampoco se putearía donde todo un partido y la semana siguiente si el árbitro se hubiera comportado correctamente y no alterado el transcurso y el resultado.
Se habla de estos temas cuando las cosas ya están como la mismísima o directamente en el suelo. Lo mismo sucede con la familia. En pleno Proceso, cuando se pusieron de moda las masivas peregrinaciones a Luján, con decenas de miles de jóvenes marchando a pie por la Gaona y el acceso Oeste, Clarín hizo una cobertura del hecho y una chiquilina veinteañera fue rotunda, clara y contundente, sin la menor pretensión de escribir un tratado de sociología: «Estamos acá porque carecemos de familia. La familia no existe más. No hay que confundir familia con matrimonio con hijos.» Un cuarto de siglo después, el todopoderoso multimedio encontraba una veta más para seguir llenando sus faltriqueras con las pústulas sociales: la superedición del domingo 19 tuvo un suplemento de cuatro páginas del Rubro 39 de los famosos clasificados, titulado Saludos, con TXTs tan explícitos como
AMI GANGA. FELIZ DIA. TE QUIERO
MUUUUCHOOOO!!!! Kevin***
Todo rigurosamente sic, salvo algunos dibujitos de infotecas de software norteamericano con dos caritas juntas, corazones enlazados y otros desplantes estéticos. A la noche, un Diego Maradona notablemente enflaquecido y recuperado, que ama a un padre que se la pasa de internación en internación, se pasó el día entre la cancha de Argentinos Jrs. viendo un partido con el descendido Huracán de Tres Arroyos y un programa de entretenimientos en la tevé, en el canal de mayor raiting, el multimedio donde casual y justamente a la mañana la cotizada revista dominical diva, Viva, le había dedicado la tapa a su hija Dalma, actiz de espectáculos infantiles que produce su mamá Claudia Villafañe, con un copete donde la anuncia como la hueva superstar, y el título no ofrece mayores comentarios para quienes ejercen algo las facultades inteligentes:
LA HIJA DE PAPA
En ese programa superproducido, de entretenimientos y premios fabulosos para famosos fabulosos, del mejor tipo champú, como están de onda, la gran onda es ganarse un auto 0 Km, de unos 20 mil dólares, estacionando en un 1m 30s, marcha atrás, dentro de un circuito enrevesado, en un lugar especialmente marcado y con obstáculo varios. En el transcurso hay pollos, perros y otros animalitos, como la figura de la suegra, a las que se puede chocar y pasarles por arriba sin que sea infracción descalificadora. En la última etapa están la figuras tipo de una FAMILIA TIPO de cuatro miembros, a los que no se puede ni siquiera tocar con el paragolpes trasero porque se pierde toda posibilidad de llevarse el auto. Otra que metamensaje: estos con trompetas y pirotecnia. El contenido simbólico de tener licencia para pasarle con el auto por arriba a la suegra, aparte de trillar antiquísimos lugares comunes, como si no formara parte de la supuesta familia o, en todo caso, un miembro perfecta y necesariamente extinguible de esa familia ya extinguible, tampoco merece comentario.
No hay yupi, empresario, dueño del país o aspirante a que deje el saco para la entrevista o la foto, sentado tras un escritorio de una hectárea, hectárea y media, donde, a su diestra, siempre, en sendos y muy recatados portarretratos, como si todos estuvieran casados con la misma mina, tuvieran los mismos chicos rubios y lindos y vivieran en las mismas casas amuebladas en el mismo furniture, pretenden pasar el mensajito de mirá, yo vivo, como acá, incluso me fifo a la secretaria en los ratos libres, pero tengo este muleto para el tiempo adicional, eh...
Por supuesto, los poligriyos aspirantes, que copian los gestos y no los actos, porque no pueden, hacen otro tanto. Menean la familia cuando pueden, al cuete, con una histeria y un exhibicionismo que hacer recordar al doctor Alfred Adler, uno de los primeros laderos del padre del psicoanálisis: «Díme de qué te vanaglorias, te diré de qué careces.»
Eduardo Archetti, que acaba de fallecer en Noruega y prácticamente no había estadio que no conociera, que no dejó de escuchar puteadas y expresiones soeces de todos los calibres y en todos los idiomas, se espeluznaba y no dejaba de repetir que Argentina, de la que era oriundo y donde se había hecho futbolero, era el único país del mundo donde una hinchada le gritaba a la contraria para estimagtizarla: